Paco Alfonso: el teatro lo fue todo para él

Paco Alfonso: el teatro lo fue todo para él
Foto: Cubarte

Hay seres humanos que son cimiente y pauta, a partir de su sencillez y su vocación humana infinita. Desandan muchas veces lejos de la vista de todos, pero se empeñan en hacer la obra magnífica de manera anónima y constante para ver crecer más tarde los frutos de su creación y de su pureza.

Así fue la vida fructífera del incansable y destacado actor, director, dramaturgo y cantante Francisco (Paco) Alfonso Hernández (La Habana, 1906-1989), de quien celebramos ahora el aniversario 118 de su natalicio.

Y lo celebramos atendiendo a que fue uno de los grandes de la cultura cubana, sin dudas. Un artista de fibra revolucionaria hasta los tuétanos, considerado como una de las figuras más significativas dentro del movimiento de la vanguardia teatral de la nación, estrechamente vinculado al movimiento sindical, fundamentalmente en La Habana, su ciudad natal, porque por sus venas corría sangre humilde y proletaria, con el ímpetu de la lucha contra las injusticias y los desmanes de la sociedad neocolonial.

Quizás por esas y muchas razones, en medio del gran júbilo colectivo por el triunfo del Primero de Enero de 1959, se le vio renovar los bríos y adentrarse en la creación de piezas trascendentes dentro del teatro revolucionario, al que ofreció toda su vida.

Aquel Teatro Popular, fruto de su creación, y continuador de las nombradas Brigadas Teatrales de la Calle, lo incentivó a escribir obras de denuncia y agitación que se representaban lo mismo en la calle, en los solares, que en cualquier local vacío, y eran expresión de lo mejor de nuestras tradiciones y las inquietudes de la sociedad, y todo eso lo llenó de gloria y del reconocimiento del pueblo.

El Cañaveral, es uno de sus dramas más representativo de los campesinos cubanos y su enfrentamiento con los latifundistas por la posesión de la tierra,  que obtuvo el Premio Nacional de Teatro en 1950. Su valor testimonial solo fue reconocido a partir de 1959 con el triunfo de la Revolución Cubana, cuando se amplía la difusión de la obra en medio del júbilo por el triunfo y marca un nuevo período para el teatro cubano.

El tema  de los afrodescendientes se defiende mediante la música, la danza, las proyecciones cinematográficas, los coros hablados, las máscaras y los  juegos de luces.

Y Paco Alfonso, dentro de toda aquella vorágine de sus obras sociales y políticas, incursionó también en la adaptación de piezas cubanas e internacionales de todos los tiempos, las que fueron interpretadas por actores y técnicos que ofrecían gratis su trabajo, entre ellos Raquel Revuelta, Agustín Campos, Ignacio Valdés Sigler, Carlos Paulín, Alfredo Perojo…

Buena acogida en el público desde sus inicios tuvo además la revista Artes, órgano oficial de Teatro Popular, a la que la emisora radial Mil Diez le concedió un espacio.

Acerca del nacimiento de ese Teatro Popular, del que llegó a ser su director desde 1943 hasta 1945,  Paco precisó en una ocasión: “Surgió del teatro de la calle, del teatro de combate, de la necesidad de llevar el teatro a las masas, al pueblo. En ese sentido creo que todo mi teatro es popular, en tanto he querido reflejar los intereses del pueblo, sus preocupaciones”.

Cuba lo recuerda hoy como autor y actor de la radio y la televisión, escenarios a los que llegó para regalarle a su público la solidez de una dramaturgia que rebasó a su tiempo.

Ana Rosa Perdomo Sangermés