Rita Longa y el complemento del vanguardismo

Rita Longa y el complemento del vanguardismo

La corriente vanguardista encontró un ramal desembarazado y fecundo en la trayectoria artística de Rita Longa. Durante su carrera la artista cubana abordó diversas temáticas adscritas a esa corriente, en un primer momento con obras contenidas a pequeños espacios y luego con otras de carácter ambientalista.  En ese recorrido, Longa se alzó no solo como un referente, sino también como una figura indispensable al hablar de escultura en Cuba.

Triángulo, 1936. Foto: Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba.

El trabajo con la figura femenina es uno de los tópicos comunes en sus creaciones, en las cuales aunó un perfil religioso que para muchos investigadores y críticos marcó un impase con los estándares de la época y contribuyó a su inmortalización. En la prolífica carrera de la artista, cuentan también obras que engrandecen el paisaje cubano a lo largo y ancho de su geografía, bien sea en esculturas ambientalistas o en monumentos conmemorativos.

El enriquecimiento de los registros estilísticos y la expresividad de su carrera como escultora estuvieron relacionados en el trabajo e intercambios con otros profesionales, lo cual favoreció el desarrollo de su creatividad. Una muestra fehaciente de ello es la maestría que tuvo al situar las esculturas en armonía con el lugar en que iban a estar emplazadas. En tal sentido no existe una ruptura con el ambiente: hay armonía y las obras complementan la arquitectura que las rodea.

Para la investigadora: “La trascendencia de su obra radica en que se instaló en la cotidianidad del pueblo, lo que la situó en la cumbre de la escultura cubana de todos los tiempos”. Cuando Rita partió hacia la eternidad el 29 de mayo del 2000, nos despedimos no solo de una mujer plena y prolífica, sino también de una de las mejores exponentes del arte escultórico en la historia del arte cubano.

Galardonada con el Premio Nacional de Artes Plásticas, Longa fue una de las fundadoras de la Uneac y dirigió e impartió clases en la escuela del Taller Guamá, en la Ciénaga de Zapata, donde luego erigiría el museo homónimo con el nombre de esa comunidad.

En su libro Las manos de Rita, la investigadora María de los Ángeles Pereira afirma que en sus inicios la artista extrajo riquezas texturales que enaltecen la autónoma potencialidad expresiva de sus recursos expresivos: “(…) Iniciada en los umbrales de la década del treinta, la audaz trayectoria de la artista reedita la temprana vocación de cambio y actualización que alentó a los creadores cubanos, al tiempo que describe la titánica y veloz trayectoria de nuestra vanguardia escultórica”.

Foto: Cubahora.

Desde obras como Forma, espacio y luz en las afueras del Museo Nacional de Bellas Artes, La muerte del cisne en las afueras del Teatro Nacional o la escultura de la Virgen del Camino, en el municipio de San Miguel del Padrón, la perceptible vitalidad del trabajo de Rita impone una presencia incuestionada y armónica, inserta en el ambiente no como un objeto extraño, sino como un elemento enriquecedor y necesario.

Volviendo a la profesora María de los Ángeles:

“Sus ideas fueron, una y otra vez, conceptos transmutados en formas jamás ceñidas a la estrechez de una única tendencia expresiva, pues Rita supo alternar, con rotundo desenfado, un quehacer deudor (pero nunca servil) de la tradición figurativa con una praxis de resoluta filiación abstracta, esta última sobre todo allí donde advirtió más urgida a nuestra escultura del enriquecedor aliento de la metáfora abstraccionista”.

Ese legado, presente en toda Cuba, impone revisitar la vida y obra de su autora, una de las artistas cubanas más destacadas.

Con motivo de la permanencia de su figura y su trabajo, así afirmaba en una entrevista: “Las personas conocen mi obra porque la están viendo desde hace más de 60 años. Esa es la única razón de mi popularidad. Es el tiempo, la reiteración, lo que impone la obra de un artista. No importa para nada si se recuerda su nombre o no. El trabajo es lo que queda”.

Lázaro Hernández Rey