Sindo Garay, grande en todos los tiempos

Sindo Garay, grande en todos los tiempos

Tras haber vivido más de un siglo, el gran trovador cubano Antonio Gumersindo Garay y García, popularmente conocido por Sindo Garay, dejó de existir el miércoles 17 de julio de 1968, hace 57 años, con un amplio repertorio musical en su condición de compositor, guitarrista y trovador.

Cuba lo identifica siempre en su sublime entrega, como personalidad irrepetible de la cultura cubana. Sus canciones son consideradas de mucha calidad, casi perfectas, y el bolero  oriental que tanto lo apasionó tuvo en él su mejor exponente. Más de seiscientas obras quedaron registradas con su nombre y son conocidas ampliamente dentro y fuera de Cuba; entre ellas destacan: Perla Marina, La tarde, Labios de grana, La baracoense, Adiós a La Habana, Guarina, Rayos de oro, Tardes grises…

Pero la más conocida de todas, La Bayamesa, ha devenido como símbolo de la trova patria de todos los tiempos y fue concebida luego de una noche de serenata, al despertar en casa de un amigo, lleno de inspiración, de donde brotaron los hermosos y cubanísimos versos de su inmortal obra, con una belleza poética extraordinaria.

30Esta gloria de la música cubana, dedicó sus canciones a su Patria durante nueve décadas, pese a no contar con una formación académica en el ámbito sonoro, lo que no impidió que se evidenciara su soltura en materia de armonías y composición durante su extensa y aclamada obra musical. Muchos críticos y estudiosos consideraron que, sin tener una voz extraordinaria, lograba ser un segundo insuperable, que sobresalía por la exactitud interpretativa.

En su larga existencia fue testigo de importantes acontecimientos de la historia cubana, en algunos de ellos fue partícipe, pero la inmortalidad la alcanzó con su eterna e inseparable compañera: la guitarra. Este instrumento musical lo conocía a la perfección cuando tomó en sus manos la guitarra del también compositor santiaguero Pepe Sánchez, un asiduo visitante a las reuniones familiares, y con solo 13 años ya cantaba composiciones propias.

Una multitud de santiagueros y bayameses, del pueblo que tanto amó, le dieron el último adiós a Sindo Garay hasta ser depositado en el cementerio de Bayamo, de la más bella manera que podía hacerse: cantando en su honor las bellas estrofas de La Bayamesa. Él pervive en la memoria de los cubanos como fieles seguidores de su música. Ya lo había pedido en lo que se considera su testamento lírico: “… cuando se reúnan / recuerden mis canciones”. Y no será de otro modo.

Ana Rosa Perdomo Sangermés