Tata Güines, la tumbadora de Cuba

Tata Güines, la tumbadora de Cuba
Foto: CubaPLUS Magazine

Federico Arístides Soto era un genio. Su figura entablaba un diálogo pródigo y esencial con los tambores. Nacida al fuego de una tradición, práctica y religión, el arte desplegado en sus manos encontraba siempre otras maneras de sorprender, decir y realizarse sin reducirse a clichés o fórmulas manidas en el ámbito comercial de la música. Y es que Tata llegó a compartir escena con estrellas como Frank Sinatra, Maynard Ferguson y Josephine Baker, pero siempre brilló con luz propia en un mundo sesgado por el racismo.

“He hecho un estilo, he hecho una escuela en disco, he hecho mis características tamborísticas hasta ahora… Quiere decir que yo lo mismo toco en una orquesta típica, que toco en un jazz band, que toco rumba, que toco bembé, que toco todo. Ya eso viene conmigo, desde que yo nací, desde el vientre de mi madre”, afirmo en una entrevista.

Tras su llegada a Cuba en 1960 es memorable el concierto que ofreció con la Orquesta Sinfónica Nacional, una fusión de ritmos argumentados durante sus años en la Gran Manzana y en otros escenarios para desafiar la ortodoxia musical en un espectáculo dirigido por Manuel Duchesne Cuzán y en el cual sobresalió su interpretación de la obra “Perico no llores más”. Es también famoso el acompañamiento al compositor y guitarrista Sergio Vitier en Ad Libitum, en la cual bailaron Alicia Alonso y Antonio Gades.

En su recorrido vital también participó en conciertos junto a la por entonces nueva generación de músicos cubanos de jazz y revolucionó otras categorías de la música fusión. “En verdad, me gusta improvisar y, en el jazz, no es fácil.  Tiene métricas difíciles. Desarrollé un estilo, una técnica propia. ¡Nadie me la enseñó! Todo para buscar un sonido más limpio, con matices”.

Federico había nacido un día como hoy del año 1930 en el poblado habanero de Güines. La pobreza y las necesidades no apartaron el ritmo de su vida, por el contrario, llevó la música en sangre y de ello nació su propio estilo, cual resumen de la impronta de quienes lo precedieron, como un referente y asignatura pendiente (igual de inspiradora que sus ídolos) para continuar el legado de los grandes percusionistas cubanos. Y entre todas las figuras de su época, Tata eligió como referente a Chano Pozo. Así lo recordaba:

“Era simpático, imaginativo, buen improvisador. Eso sí, brusco en el sonido.  Tenía más vigor que técnica, con mucho impulso sobre el parche.  Pero era un maestro.  Abundaban los rumberos de barrio, sin embargo, Chano destacaba por su creatividad. En cualquier lugar se inspiraba y no olvidaba el número.  En unos carnavales salí tocando con él, que dirigía la compasa de Los Dandys de Belén.  ¡Fue duro! ¡Era tremendo ir desde el malecón, por el Prado, sin parar, con la tumbadora colgada y sonándola en serio, hasta Monte!”

Las técnicas de Tata nacen de la improvisación e innovan desde un estilo único que llevó la tumbadora hasta los rincones de su modernidad. El dejarse crecer las uñas para sacar sonoridades nuevas desde los golpes fuertes hasta el rose implícito y detallado que se oía en sus presentaciones, marcaron una seña distinguible y reconocible con su nombre, sinónimo de Cuba, pero también de los tambores que siempre lo acompañaron. Por ello cada natalicio de Tata es una oportunidad para revisitar su impronta, pero también para rendir homenaje a otros exponentes de la percusión cubana que tienen en él, al más ilustre de sus representantes.

Lázaro Hernández Rey