Un Partido para los cubanos, un partido de continuidad

En plena clandestinidad, los días 16 y 17 de agosto de 1925 casi una veintena de comunistas cubanos e invitados se reunían en la barriada capitalina del Vedado, para analizar los males del país y agrupar a la vanguardia que impulsaría un cambio radical.
Allí estuvieron presentes los representantes de la Agrupación Comunista de La Habana, San Antonio de los Baños, Guanabacoa y Manzanillo, cuyos miembros fueron, en su mayoría, prestigiosos dirigentes sindicales y algunos estudiantes e intelectuales revolucionarios.
Estas agrupaciones comunistas realizaron una ardua labor política e ideológica entre los trabajadores, establecieron relaciones con partidos comunistas organizados en el continente americano, y también en España, lo que permitió preparar las condiciones necesarias para la creación de la nueva organización marxista leninista.
El Congreso constitutivo del Primer Partido Comunista de Cuba adoptó un programa de reivindicaciones para la clase obrera, que incluía la lucha por las ocho horas de trabajo en los centrales azucareros, la prohibición de pagar a los trabajadores de ese gremio en vales y fichas, y la rebaja de la renta a los campesinos y colonos.
Aquel exiguo núcleo daba respuesta con su acción a la más profunda y esencial necesidad que se planteaba entonces al desarrollo histórico y a la lucha revolucionaria del pueblo cubano.
La Cuba de entonces, aprisionada bajo la bota del tirano Gerardo Machado y zarandeada a remolque de la economía de Estados Unidos, entraba en un período de crisis política y económica que conmovería con fuerza al país durante la siguiente década.
Comenzaba una etapa de combate revolucionario en la que el pueblo respondería con sus luchas heroicas ante el hambre, el terror y los asesinatos; Tocaba a la clase obrera asumir su rol de vanguardia, de fuerza políticamente independiente, con personalidad y organización propias.
Encabezados por Carlos Baliño y Julio Antonio Mella, los marxistas revolucionarios desarrollaron una ardua labor política y organizativa que llevó al referido Congreso y la fundación del Primer Partido Comunista de Cuba. Sólo el Congreso podía adoptar un programa de reivindicaciones para obreros y campesinos, de manera que le permitiera entablar vínculos fraternales con ambos sectores.
Aquella importante reunión también se pronunció por la urbanización de los bateyes, el paso público por todas las vías de comunicación, la reducción de los impuestos indirectos y del progresivo sobre el capital y la renta, así como la nacionalización de los servicios públicos y el logro de vínculos fraternales y objetivos comunes entre los obreros y campesinos que contribuyeran a fortalecer la unidad.
Se propusieron, además, trabajar activamente en los sindicatos, organizar a los campesinos y luchar por los derechos de la mujer y la juventud. Concedieron gran importancia a la educación partidista y al reforzamiento ideológico de la prensa obrera.
El embrión de agosto de 1925 maduró rápidamente en los grandes combates de la clase obrera, echó poderosas raíces en las masas populares y derrotó ideológicamente a las corrientes oportunistas que pretendieron dividir sus filas.
Aquel partido fundado hace ahora 99 años fue cimiento y forja para que naciera, a la luz de la Revolución en aquel abril de 1961, nuestro Partido Comunista de Cuba que llega al presente, a partir de lo expresado por el Comandante en Jefe Fidel Castro, de que es el fruto de la unión de todos los revolucionarios y de la unidad alcanzada en grado tan alto como jamás se logró en la historia de nuestra patria.