Una canción para el Rey de los Andes

En 1913, el compositor peruano Daniel Alomía Robles creó una obra musical dedicada al ave más majestuosa que surca los cielos de los Andes: El cóndor pasa. Esta icónica melodía, que evoca la grandeza de la cordillera sudamericana, transporta al oyente a las cumbres de la “columna vertebral” de Latinoamérica, donde el aire puro se funde con el espíritu de las montañas.
La composición no solo celebra la imponente geografía andina, sino que también simboliza el anhelo de libertad encarnado por el cóndor, ave emblemática de la región. Su vuelo elevado se interpreta como un deseo de romper cadenas, trascender límites y alcanzar horizontes libres.
Además, la pieza rinde homenaje a la herencia cultural peruana, reflejando la conexión profunda de los pueblos originarios con su tierra, sus tradiciones y su entorno natural.
El cóndor pasa se concibió originalmente como parte de una zarzuela homónima que integraba música, danza y teatro. La trama, centrada en la resistencia indígena contra la explotación extranjera, se nutrió de ritmos autóctonos como el wayno y el yaraví, pero con una estructura sinfónica de influencia europea.
Aunque la obra es instrumental, existen versiones vocalizadas. Una de las más reconocidas es la adaptación lírica de Jorge Milchberg, miembro del conjunto Los Incas:
Oh, majestuoso cóndor de los Andes,
llévame a mi hogar, en los Andes,
oh, cóndor.
Quiero volar junto a ti,
a las tierras donde nací,
donde vive mi gente,
donde mora mi amor.
Oh, cóndor, déjame volver,
a mi tierra, a mi querer,
junto al cóndor,
junto a mi sol.
En 1970, el dúo de Simon & Garfunkel popularizó una versión en inglés titulada If I Could (Si pudiera), que reinterpreta el tema como una metáfora sobre la búsqueda de libertad interior y la trascendencia espiritual: “Si pudiera volar como un cóndor en el cielo, te llevaría al lugar que anhelas”. La letra concluye con una reflexión existencial: “El hombre queda atado a la tierra, emitiendo el sonido más triste del mundo”.
Legado de un visionario
Daniel Alomía Robles (1871-1942), natural de Huánuco, estudió en el Conservatorio Nacional de Música de Perú y fusionó en sus obras elementos folclóricos andinos con técnicas europeas. Su vasta producción –que incluye danzas, zarzuelas y composiciones sinfónicas– se erige como pilar de la identidad musical peruana, influyendo generaciones de artistas.
El mensajero sagrado
El cóndor andino (Vultur gryphus), el ave voladora más grande del planeta, es un símbolo de poder y libertad en las culturas originarias. Conocido como kuntur en quechua (Perú, Bolivia, Ecuador) y mallku en aymara (en que también significa “líder espiritual”), este majestuoso animal ocupa un lugar sagrado en la cosmovisión indígena.
La tradición poética lo ha nombrado de mil formas: Rey de los Andes, Mensajero de los dioses, Guardián de los cielos y Espíritu de las montañas. Hoy, su figura perdura no solo en la naturaleza, sino también en las notas inmortales de la melodía que lo elevó a leyenda.