Villena, uno de los poetas más importantes de su generación

De Rubén Martínez Villena siempre habrá que hablar en presente, porque su impronta está en cada acto cotidiano de esta tierra, donde se vibra al compás de su hermosa poética.
¡Cómo no recordar que su primer poema lo escribió con apenas 11 años! y una década más tarde las revistas habaneras ya publicaban con cierta sistematicidad su poesía, la cual fue madurando con el decursar de los años. Su expresión en versos, al decir de algunos críticos, refleja emoción, originalidad e ironía, así como un dominio del idioma y la búsqueda constante de la perfección.
Su prosa y su poesía inicialmente recrearon el tema amoroso, los episodios épicos y los héroes; más tarde, como muestra de su profundidad creativa, acude a la “angustia de la muerte y del fracaso”, etapa en la que emergen La pupila insomne, El anhelo inútil, El campanario del silencio, El Gigante, Peñas arriba, entre otros.
Su talento indiscutiblemente le hubiera asegurado una brillante carrera como narrador y poeta, pero su compromiso con la emancipación de su Patria prevaleció.
Apenas 34 años le bastaron a Villena para dejar su marca en la historia y en la cultura cubana. Su acción y su verso son una ejemplar lección de entrega para -como escribiera en su emblemático poema Mensaje lírico civil de 1923- “acabar la obra de las revoluciones; /para vengar los muertos, que padecen ultraje, (…) para que la República se mantenga de sí, /para cumplir el sueño de mármol de Martí…”
Su legado intelectual abarca, además de sus poemas, varios textos en prosa. En unos y en otros es fácil advertir el matiz militante, irónico y auténtico que caracteriza la integralidad de su producción literaria. Una obra que, sin embargo, no desestima el lirismo y la sensibilidad en poemas que bien merecían una mayor valoración en el contexto de la literatura cubana de las primeras décadas del siglo pasado.
Aunque la mayor parte de su obra literaria, en prosa y verso, se publicaría póstumamente, en vida vieron la luz diversos trabajos en revistas como Evolución, El Fígaro, Heraldo de Cuba y El Heraldo.
Fue, indiscutiblemente, un poeta de fina sensibilidad y un revolucionario cabal. Hombre auténtico en sus quereres amorosos y patrióticos que, como él mismo reconoció, un día despreció sus versos para empuñar la espada de la Patria y del pueblo, para traducir el heroísmo de una revolución.
Como periodista de fibra, agudo, enjundioso en el verbo y la crítica, defensor de la verdad, era también un fervoroso amante del beisbol, narrador ingenioso y de amplio espectro, orador de verbo lúcido, defensor implacable de la dignidad, artista que creó poemas de bellas palabras y entregó su vida como un verso a la causa libertaria.
Los cubanos no debemos olvidar la vigencia de lo que también nos alertaba este destacado líder comunista e intelectual revolucionario en su Mensaje lírico civil, aquel que señaló el despertar de la conciencia nacional: «(…) la Florida es un índice que señala hacia Cuba. / Tenemos el destino en nuestras propias manos/…”