10 de Octubre: José Martí y los misterios más puros del alma

10 de Octubre: José Martí y los misterios más puros del alma
Foto: Habana Radio

Los instantes gestacionales de aquella epopeya del 10 de octubre de 1868 los describía José Martí años después, en 1887, durante un discurso conmemorativo que pronunciara en Nueva York: “Los misterios más puros del alma se cumplieron en aquella mañana de la Demajagua, cuando los ricos, desembarazándose de su fortuna, salieron a pelear, sin odio a nadie, por el decoro, que vale más que ella; cuando los dueños de hombres, al ir naciendo el día, dijeron a sus esclavos: ¡Ya sois libres!”.

Palabras del Maestro que hoy tocan y conmueven lo más hondo de las conciencias. Porque aquella “Sagrada madre Nuestra” -como calificara él a esa lucha- incluía tanto a los veteranos como a la hornada de revolucionarios que le sucedió, sus hijos legítimos, a quienes correspondía retomar sus banderas para hacer realidad la tan anhelada independencia.

Desde esa fecha, y por cinco años consecutivos hasta 1891, vibró su apasionada oratoria en cada nuevo aniversario de la fecha patria. Y hablaba con un objetivo muy definido. Como dijera en uno de sus discursos, “todavía tiene oficio la palabra, si ha de servir de heraldo al cumplimiento de la profecía del 10 de Octubre”. Por tanto, para él era éste un día obligado de recuento y esperanza, recuerdo y compromiso, de renuevo del “juramento de los héroes”. Día de “velar por la patria” y “preparar la libertad”.

Mucho más habló y escribió sobre la Guerra Grande, en el trascurso de ésta, y luego de finalizada, antes y después del año 1891, cuando ya había consagrado todas sus energías a la obra del Partido Revolucionario Cubano.

Martí examinó en varias ocasiones la cuestión de la estrategia revolucionaria y dejó sentado muy claramente cómo, en el momento en que estalló la guerra del 68, ya no quedaba otra vía para resolver el conflicto entre Cuba y España. Solo era posible la revolución.

En más de una oportunidad resaltó la significación que entrañaba el hecho de que al mismo tiempo que la revolución proclamara la redención de la patria, hubiera destruido las cadenas de la esclavitud, que “aquella revolución de amor y fuego (…) de su primer abrazo con el hombre, echó por tierra, rotas para siempre, las barreras y las prisiones de los esclavos”.

Su pluma dejó para la posteridad la imagen exacta de los padres de la patria. En la semblanza de Carlos Manuel de Céspedes e Ignacio Agramonte, una de las más extraordinarias páginas de su obra, recogió en breves trazos la personalidad de ambos y señaló cómo el examen definitivo de la historia habría de reconocer su grandeza.

En sus juicios sobre la contienda del 68 encontramos la idea de que con la revolución fue que comenzó a forjarse la nación cubana. Esa revolución fue para Martí la experiencia para organizar y preparar la próxima e inevitable contienda, y como tal era en su época la misión histórica que tocaba materializar a los revolucionarios.

Recogió de ella los elementos positivos que serían vitales para el triunfo y al analizar su desarrollo y fin subrayó los factores que produjeron su fracaso, los que también resultarían esenciales para alcanzar la victoria en la medida en que fueran superados.

Si la nueva etapa de la revolución tenía que partir de la obra de los padres de la patria, de los que habían señalado el camino, entregado su sangre y legado su ejemplo, no podría reproducir aquella sino a costa de un nuevo fracaso, había que continuarla, superándola y dotándola de un contenido más amplio y radical, ajustándola a los nuevos problemas que debía atender.

La revolución que apremiaba para impedir la participación de un enemigo más poderoso que el colonizador, que ya dejaba entrever claramente ante sus ojos las ambiciones para con el resto del continente, la revolución que tenía como objetivo más alto fundar un pueblo, había de ser “la revolución entera (…) no la revolución que continúe los errores de la guerra pasada”.

Revolución entera que sería enlace y continuidad de la gesta del 68, continuidad en la guerra y en la paz anhelada por generaciones de cubanos, en la república concebida por Martí “con todos y para el bien de todos”.

Ana Rosa Perdomo Sangermés