Alberto Damián Luberta. Un hito del humor en Cuba

Alberto Damián Luberta. Un hito del humor en Cuba
Foto: Cubadebate

El 15 de abril de 1965 la emisora Radio Progreso estrenó un nuevo formato del programa Alegrías de sobremesa. La espontaneidad del éxito, así como su conservación por más de 50 años descansan en el responsable de esos cambios: Alberto Damián Luberta Noy.

La emisión radiofónica estaba dirigida por Antonio “Ñico” Hernández y aunque en ella participaron varios guionistas no se había alcanzado el gusto del público. Alberto Luberta decidió reflejar la cotidianidad de un edificio multifamiliar. La combinación de aspectos dramáticos y humorísticos en el proyecto radial se complementó con la participación de actores sobresalientes, la conducción magistral de Eduardo Rosillo y la interpretación en vivo de orquestas como la Aragón.

Rápidamente se convirtió en un suceso esperado por la familia cubana, la cual lo asumió desde su más profunda sensibilidad, segura de contar con los motivos suficientes para sonreír en cada transmisión de la Onda de la Alegría.

Opuesto al empleo de vulgaridades o sátiras ácidas, Luberta nunca renunció al buen gusto ni asumió un facilismo costumbrista y mediocre. Su camino, más diligente y complejo, nos ofreció la crónica testimonial de la sociedad cubana por más de cinco décadas en las voces de sus personajes.

“(…) el creador de humor blanco no está ante un hecho, no tiene ese “pie forzado”, y tiene que inventarlo, haga pensar o no a los consumidores de su arte. Por eso es más difícil hacer humor blanco. De ahí que tenga dimensiones épicas la labor de Luberta. Tuvo 52 años haciendo humor blanco y muchas veces haciendo pensar con crítica a los defectos humanos”, explica el investigador Pepe Pelayo.

Aunque los primeros años de la vida de Alberto Luberta no ofrecieron atisbos de su inclinación por el mundo de la radio, cuando aprende mecanografía empieza a incursionar en varios trabajos de utilidad para el futuro inmediato.

Sus inicios en la radio le dieron una base práctica para la conformación de los guiones. En numerosas ocasiones destacó con orgullo cómo copió de forma íntegra El derecho de nacer. “A mí me confiaron desde el primer capítulo hasta el último. Y el haber sido copista de libretos me dio la oportunidad de adquirir una gran cultura y cotejar estilos. Es como leer. Gracias a eso me convertí en escritor”.

También fue un admirador de Cástor Vispo, guionista de La tremenda corte, de quien fue amigo y colaborador, y quien más tarde le enseñaría varias lecciones en la producción radial y la escritura de guiones.

Pasión, dedicación y laboriosidad le imprimió a cada uno sus trabajos; posteriormente adaptó programas para la televisión.

Reza el dicho que no se sabe lo que se tiene hasta perderlo, sin embargo, consideramos válido atestiguar cómo el legado de Luberta ya ocupaba un lugar preciado en el espacio radiofónico mucho antes de su partida física.

Quienes lo conocieron destacan su sencillez, humildad y calidez humana. Revestido de cubanía, su sentido del humor transparenta la imagen de un hombre capaz de leer la vida e identificarse con sus semejantes.

“(…) mi padre tenía claro que un programa gustaba más que otro, pero sabía que siempre sacaba una sonrisa al menos (…) Y siempre decía que no escribía chistes, sino situaciones humorísticas, que no es lo mismo”, afirma Aldo, uno de sus hijos.

La inspiración popular es evidente en los episodios de Alegrías de sobremesa. Refiriéndose a la extensión de la propuesta, Luberta comentó: “Sabía que si sobrepasaba los 3 meses, aprobaba el examen, ahora sí, nunca imaginé que iba a estar tanto tiempo al aire y, como si fuera poco, en la preferencia de los oyentes”.

El rigor y la laboriosidad desplegadas durante tanto tiempo se conjugan con el carácter carismático y familiar de Luberta, quien tiene entre sus distinciones los Premios Nacionales de Humorismo (2001) y Radio (2002). La Asociación de Cine, Radio y Televisión de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba le otorgó el Caracol de Honor por la obra de la vida en el año 2007.

Lázaro Hernández Rey