Armando Romeu y la revalorización de la música cubana

Desde la influencia de su padre, Armando Romeu Marrero y de coterráneos de este como Alfredo Brito y Antonio Arcaño, Armando tuvo desde pequeño la influencia musical de una familia con un apellido relacionado al desarrollo de la música en Cuba, en particular el jazz.
Fue primer flautín en la Banda Municipal de Regla en 1919, cinco años más tarde integró la orquesta de Ted Naddy en el Jockey Club, y luego se desempeñó como saxofonista en el cine Céspedes junto al pianista Nacho Alemany y realizó igual función en el Casino Nacional junto a la banda de Earl Carpenter.
“Yo había adquirido la escuela estadounidense de jazz, y pronto me adapté al género. Y empecé a tocar en bailes con las primeras orquestas de jazz que iban apareciendo en Cuba. Muchos directores de los Estados Unidos venían durante el verano a contratar músicos cubanos jazzistas, porque eran muy buenos lectores”, afirmó el músico cubano de sus experiencias por aquellos momentos.
De tal suerte formó parte de las orquestas Hermanos Palau, Los Diplomáticos (Froilán Maya) y la Siboney (Alfredo Brito), con la cual viaja a España junto al Trío Matamoros, para luego continuar la gira europea en París (en el teatro Empire) y terminar en Lisboa.
Tras su regreso a Cuba funda su propia orquesta. Los reconocimientos y el nombre que había hecho rindieron frutos. La apertura de la agrupación contó con Rita Montaner y los rumberos René y Estela en una función en el Edén Concert. No obstante, el grupo se desintegraría poco tiempo después de creado.
La segunda orquesta que crea Romeu junto a otros destacados intérpretes fue en 1936 y actúan en el Hotel Nacional de Cuba e inician una gira por Sudamérica, la cual culmina en 1937, en Argentina, donde se disuelve la agrupación. Luego Armando colabora tocando el saxofón con la banda de jazz de Paul Bayer.
A su retorno a la nación cantillana forma parte de la orquesta Casino de la Playa y, en 1940, de la agrupación creada por él y por el trompetista Luis Escalante: Bellamar. Con ella debutaron en el Sans-Souci. Con el cierre de dicho local, Romeu creó otra orquesta con la que tuvo el honor de privilegiar las noches del Cabaret Tropicana entre 1942 y 1967.
Precisamente en ese año, 1967, fue uno de los responsables de la Orquesta de Música Moderna, institución que dirigió y en la cual figuraron una excelsa lista de músicos e intérpretes nacionales que más tarde dejarían una estela sobresaliente en la creación musical en Cuba. Entre otros integraron el grupo Oscarito Valdés, Arturo Sandoval, Chucho Valdés, Jorge Varona, Paquito D´Rivera, Enrique Plá, Guillermo Barreto, Manuel Mirabal, Roberto García, Oscar Valdés Campos, Luis Aragú y Carlos Emilio Morales.
Sobre el grupo quedaron varios testimonios en torno a la estatura y excelencia reunida en un mismo espacio. En opinión del crítico Raúl Da Gamma, la orquesta fue una de las primeras bandas de swing que impactaró de forma profunda el sentido musical en Cuba, ya no solo por su estructura propia, sino por cómo definió los roles de los músicos en la nación: “(…) El conjunto y sus solistas hacen un sonido memorable en su conjunto, lo cual descansa en no menor parte en la dirección exuberante de Armando Romeu. Cada miembro inyecta justo el ambiente melódico, harmónico y fluidez rítmica en sus interpretaciones, mientras los roles principales de los solistas están caracterizados brillantemente. Este no es un trabajo fácil de lograr; ambos orquesta y solistas se quitan sus inhibiciones sin ser temerarios y ruidosos, justo desde la apertura interpretando El Manisero hasta el clásico Guantanamera, para cerrar este set. Cada canción es fresca, estimulante y completamente una representación idiomática y, además, la grabación suena fresca y conmovedora al mismo tiempo”.
Romeu posteriormente dirigió la Orquesta de Música Moderna de Santa Clara, dio clases en Moscú y Nicaragua, y desarrolló un nuevo sistema de notación Braille para enseñar las estructuras armónicas y un método para enseñar a los compositores a escribir para los músicos no videntes.
Desde su partida física, el 11 de marzo de 2002, la impronta de Armando Romeu González no ha hecho más que crecer en un ejercicio honorífico del cual no pocos músicos y escuela son deudores en la actualidad. “Siempre vi en Armando una persona exquisita, capaz de ayudar a cualquier persona que lo necesitaba”, expresó en referencia a él Bobby Carcassés, quien además mencionó algunos de los valores que marcaron su figura: “Armando fue un maestro en el más amplio sentido de la palabra, porque no solo se dedicó a enseñar música, sino que también les inculcó a sus alumnos disciplina, perseverancia, dedicación, puntualidad, respeto y seriedad”.
Para el musicólogo y profesor Miguel Ángel García, por su parte, Romeu fue un genio, honesto. Su labor en la Orquesta Cubana de Música Moderna, afirmó, lo consignó como creador de una pauta para las futuras generaciones en tareas de dirección, orquestación, instrumentación y composición, así como en la concreción de las ideas de los músicos con diferentes pensamientos y formas de concebir la música.