El Almendares, río emblemático de La Habana
Antes de que los primeros conquistadores españoles pisaran la “tierra más hermosa que ojos humanos vieran” ya la mayor parte de los accidentes geográficos de Cuba tenían nombres, puestos por los aborígenes que la habitaban.
Muchos de esos nombres se han conservado, a pesar de la imposición cultural propia de la colonización, y otros han variado, parcial o totalmente.
En el último de los casos se encuentra la principal corriente de agua de La Habana, el río Almendares, cuyo nombre original era Casiguaguas, lo que en lenguaje nativo significa aproximadamente “lugar por donde fluye el agua”.
Los colonizadores dieron en llamarle La Chorrera, debido a unos pequeños saltos de agua existentes en la zona que hoy conocemos como Puentes Grandes. Eso fue hasta que el obispo Armendáris se fuera a restaurar su quebrantada salud a orillas del río, más o menos por esa zona.
Al prelado le sentó el ambiente y se recuperó, lo que motivó que su apellido se relacionara en la que, en aquel entonces era cristalina corriente, hasta hacerla cambiar de nombre, aunque, como se ve, el nombre fue ligeramente distorsionado.
De aquella época se conserva solamente, como recuerdo, el nombre del lugar en que el curso hídrico desemboca en el mar: Boca de La Chorrera.
El río más largo y caudaloso de La Habana fue vital en el desarrollo de la ciudad, porque el segundo asentamiento de la villa reposó precisamente junto a La Chorrera. Recordemos que antes de eso los conquistadores intentaron fundar la ciudad más al sur, cerca de lo que es hoy Batabanó, pero las condiciones naturales les fueron muy adversas.
Luego, cuando ya San Cristóbal de La Habana se mudó al litoral norte, sus habitantes siguieron surtiéndose del agua de ese río. Primero en toneles transportados en carretas; después, en 1592, a través de la Zanja Real, de la que aun se conserva el recuerdo en el nombre de la calle Zanja, del municipio de Centro Habana y por último, con el primer y rudimentario acueducto construido con tuberías, que después de un largo y tortuoso recorrido desembocaba en el Callejón del Chorro, donde los vecinos tomaban el precioso líquido del boquerón abierto en un muro.
El Almendares resultó también una vía de transporte hasta donde era posible navegarlo. Según recoge la historia, la conocida papelera de Puentes Grandes (hoy inactiva), fue antes una destilería, operada por la mafia, donde se fabricaba parte de la bebida alcohólica que se introducía clandestinamente en los Estados Unidos durante la Ley Seca.
El licor se transportaba en botes por el río, hasta el litoral, y allí se embarcaba en navíos de mayor porte que lo conducían hasta las costas de Norteamérica.
En varios lugares de las orillas del cauce también se establecieron parques para la recreación de los residentes en la región. Mencionemos a Río Cristal, en el actual municipio de Boyeros; los Jardines de la Polar y Los Jardines de la Tropical, en Marianao, y el Parque Almendares, ya muy cerca de la desembocadura.
Residencial Almendares se nombra un reparto a orillas de la corriente, en el actual municipio de Boyeros, y otro asentamiento similar lleva el nombre de Río Verde, haciendo también alusión a su cercanía con ella.
Igualmente, el principal equipo habanero de béisbol de la etapa prerrevolucionaria se nombraba Almendares.
Siguiendo con paciencia un mapa de La Habana se puede saber que el principal río que drena su geografía se origina en un punto entre el Cotorro y Managua, y que su caudal se nutre de varios afluentes entre los que cabe mencionar, el Mordazo, Jicotea, Lechuga, San Francisco, Jíbaro, Pancho Simón y La Catalina.
Nuestro Almendares se fue degradando, año tras año, a causa del vertimiento de aguas negras producidas por diversas industrias, entre las que resaltaban tres fábricas de cerveza y la papelera de Puentes Grandes, además de los albañales de los asentamientos poblacionales a sus orillas.
Por suerte y gracias al esfuerzo de muchas personas e instituciones, ya el río ha recuperado algo de la lozanía que antaño lo convirtiera en elemento primordial para el desarrollo de La Habana. Confiemos en que más temprano que tarde los habaneros podamos apreciar nuevamente el frescor y la limpieza del río, tal cual era cuando aun calmaba la sed de los aborígenes.