El Cucalambé y la fúlgida sincronía de la poesía popular

El Cucalambé y la fúlgida sincronía de la poesía popular
Foto: Tiempo 21

Durante su vida Juan Cristóbal Nápoles Fajardo se desempeñó como repentista, periodista, dramaturgo, editor y encargado del pago de obras públicas. Sin embargo, su lugar en la historia de la literatura decimonónica cubana trascendió por sus obras poéticas, encapsuladas por dos grandes momentos: las décimas dadas a conocer en El Fanal, publicación de la por entonces Villa de Santa María del Príncipe (actual Camagüey), y su poemario Rumores del Hórmigo.

Esta última obra, como mencionó Samuel Feijóo, fue un verdadero cancionero de la guerra en la revolución de 1895, y fue tal su popularidad que sus décimas se llegaron a copiar en cajetillas de cigarros.

El poemario, con sus rimas espontáneas, sus versos salpicados de imágenes y un lenguaje coloquial en el que abundan expresiones y términos campesinos, presentó el paradigma de la lírica popular.

La obra de El Cucalambé también incluyó la obra teatral Consecuencias de una falta en 1859, drama escrito en verso en cuatro actos, además de varios romances, epigramas, sonetos y letrillas. Su papel destaca como una de las figuras más importantes del criollismo y del movimiento siboneyista, no obstante, obedece a causas particulares de su estilo que ensalzan la importancia de este autor del siglo XIX.

Como afirma el investigador Jorge Luis Arcos en el primer tomo de Historia de la Literatura Cubana: “Considerado en su época como un epígono de Fornaris, Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (…) es en nuestros días la figura más importante de la poesía nativista cubana, por sus aportes definitivos a la lírica popular, la autenticidad de su acento y la función socio-política que supo cumplir a través de su poesía en cabal correspondencia con su ejecutoria ciudadana”.

Para este autor El Cucalambé se distanció de los códigos estéticos predominantes por entonces, ante el auge del movimiento indigenista y la primera generación romántica. Es representativo de esto el hecho de asumir el romanticismo en tono menor, la presencia de la melancolía en sus poemas y su visión del mundo, la importancia de lo cotidiano, lo momentáneo, y la preocupación por el estilo.

Al hablar de Juan Cristóbal, añade, es menester referir sus dos principales aportes a la poesía cubana. Son éstos el hallazgo de una voz definitivamente popular, apresada en su modo más profundo sin necesidad de deformaciones ni pintoresquismos del habla, y la cubanización de la décima, despojada en sus representaciones de todo acento español e impresa con el sello definitivo del criollo: “(…) molde blando para el canto espontáneo, el ritmo del güiro y el tiple, y el talento natural del hombre de campo para la improvisación”.

Como expresó acertadamente Jorge Luis Arcos:

“No hubo entre los poetas ‘cultos’ un solo imitador de su poesía, sólo el pueblo, su principal destinatario, ha continuado cantando en su voz, identificado con la obra de este artista que puso su primer empeño en salvar para nuestra poesía ‘la trova humilde, delicada y viril que estaba latiendo en nuestros campos’”.

Lázaro Hernández Rey