Félix Pita Rodríguez, el surrealismo y la dignidad humana

Félix Pita Rodríguez, el surrealismo y la dignidad humana
Foto: Cubarte

Félix Pita Rodríguez fue un abanderado de la escuela surrealista en poesía. No abundan en Cuba los escritores merecedores de tal galardón. En el caso de Pita, sin embargo, dicha valoración fue más cercana y personal. Aunque nunca fue partidario de la militancia a secas, impuesta y funcional, sí contribuyó, desde el seno de su creación, a plasmar una poesía asentada en la defensa de la dignidad humana.

Como declaró en su momento Roberto Fernández Retamar, la poesía de Pita Rodríguez “responde a la carencia de normas fijas en su expresión, lo que lo convierte en un poeta cercano a la escuela surrealista, quizá el único cubano que podemos señalar como representante de tal movimiento”.

Para el investigador y profesor Dr. Salvador Bueno Menéndez, Pita Rodríguez fue, además, uno de los escasos ejemplos notables de la literatura vanguardista cubana junto a Manuel Navarro Luna.

La vida de Félix, aparece transversalmente marcada por el descubrimiento y la curiosidad. Esas vertientes lo vieron partir a México, Guatemala, Francia, España, Marruecos, Bélgica, Italia y otros destinos. Hacia 1929 está en Europa y llega a él la influencia del surrealismo de maestros como Louis Aragon y Paul Éluard:

“Ellos me enseñaron a liberar el lenguaje, a utilizarlo en un sentido profundo, oculto, a ir hacia lo que está debajo. El vértigo del surrealismo es precisamente eso. Creo que la poesía que busca el secreto no puede ser únicamente la que tiene una función social. Por eso en mi obra hay siempre dos vertientes: la de la militancia que busca una mejoría para el hombre en lo colectivo, y al mismo tiempo la de una poesía lírica, intimista, que busca en lo individual, en lo muy personal (…) Y ambas vertientes las asumo con la misma exigencia”.

La militancia de Pita Rodríguez queda manifiesta en sus labores durante el Congreso en Defensa de la Cultura en España ante los ataques fascistas en 1939, en sus colaboraciones con diversas publicaciones, sus labores tras el 1ro. de enero de 1959 o sus obras sobre Vietnam y la contienda contra el imperialismo estadounidense.

Como reflejo directo de las intenciones y referencias impostergables en el azar intencionado de reflexiones existenciales, Pita Rodríguez siguió volviendo a casa: “(…) siempre regresando a La Habana y continuando con esa labor que nunca termina, y que considero fundamental para el escritor: presenciar su propia maduración interior, ver cómo funciona eso por dentro y cómo aplicarlo a la vida, revertir a la vida eso que nos da. Así lo hice y lo seguiré haciendo hasta el fin de mis días”, declaró en una entrevista.

Sobre las valoraciones de la crítica sobre este escritor, el investigador Juan Nicolás expuso: “Pita Rodríguez se presenta como un raro, apartado de las clasificaciones o problemático para estudiarlo como poeta o como narrador, huidizo a las tipificaciones. La dispersión de sus ediciones, así como su habitual colaboración con publicaciones periódicas en varias épocas y países, ha conspirado contra el establecimiento de un itinerario lineal que contribuya al estudio de su obra. Sus viajes prolongados y algunas enemistades tributaron además a prejuicios e incomprensiones…”.

En el mar de significados de la vida y el arte, reivindicar la obra de Pita Rodríguez constituye un paso más para vivenciar la invalidez de los conceptos fijos e inmutables en pos de entender el movimiento dialéctico en las múltiples facetas de la realidad. Asumir esos gestos,  constituye un acto atrevido si se asume con un espíritu crítico desde la autoconciencia y la reflexión sobre el mundo que nos ha tocado vivir.

Sirvan estas palabras del Dr. Salvador Bueno Menéndez para homenajear la obra de uno de los escritores cubanos más relevantes del siglo pasado:

“Un esencial humanismo constituye la columna vertebral de la obra de Félix Pita Rodríguez en verso y prosa. Resalta en ella su tenaz preocupación por el ser humano, no solitario sino inserto en las contradicciones y antagonismos de la sociedad. Por el mejoramiento del hombre está concebida su obra lírica y narrativa, para que su felicidad se conquiste en lo moral y social. La memoria ejerce función singularísima en este quehacer de belleza por medio de la palabra. Y la palabra manejada con suma destreza resulta el demiurgo del que brotan sus criaturas dramáticas, bellas y trágicas a la vez, en el debatir de sus circunstancias, con el hostigar de sus contingencias”.l

Lázaro Hernández Rey