Fontán, representación genuina del hombre de pueblo

Fontán, representación genuina del hombre de pueblo

El 7 de febrero de 1958 las calles habaneras fueron testigo, una vez más, de la ofrenda de la vida de uno de sus mejores hijos: Gerardo Abreu (Fontán).

La tiranía batistiana, golpeada en todos los frentes por la voluntad irreductible de un pueblo decidido a vencer o a morir, intentaba detener la insurrección asesinando a la vanguardia revolucionaria de la que formaba parte Fontán, uno de los más destacados jefes de la lucha clandestina en la capital cubana.

Gerardo era pobre y negro, procedía de una familia proletaria de escasos recursos, lo que lo situaba en el sector más discriminado y explotado por el sistema burgués imperante, sector para el que el trabajo, la instrucción y la cultura estaban muy limitados o vedados.

Siendo apenas un adolescente, se inclinó por el arte e incursionó como intérprete de la poesía negra, incluso en programas radiales y espectáculos.

No podía ser ajena su sensibilidad a los acontecimientos de su país y se enrola desde muy joven en el movimiento de recuperación cívica que, bajo el lema «Vergüenza contra Dinero», encabezaba Eduardo R. Chibás. Entonces conoce a bravos y esforzados jóvenes, entre los que descuellan Ñico López y los hermanos Ameijeiras.

Luego del golpe artero de la madrugada del 10 de marzo de 1952, forma fila con los grupos revolucionarios, junto a la línea de combate que trazó Fidel Castro desde el principio.

Después de la gesta del Mondada es cuando destacan en él los ribetes determinantes de su formidable condición  revolucionaria. El grito de » ¡Revolución, Revolución, Revolución!» mina por su base la posición contrarrevolucionaria de la burguesía.

La lucha clandestina encuentra en Gerardo Abreu (Fontán) a uno de sus más consagrados organizadores, que en unión de Ñico López se enfrasca en fundar las Brigadas 26 de Julio.

Su actividad revolucionaria alcanza su clímax tras el desembarco del Granma, el 2 de diciembre de 1956. Acomete todo tipo de tareas; organiza, dirige y participa en los más destacados hechos de acción y sabotaje, hasta que fue asesinado el 7 de febrero de 1958, con apenas 26 años de edad.

Su cadáver presentaba 15 perforaciones de armas de fuego y 57 de otras armas e instrumentos. A pesar de haber sido fuertemente torturado y martirizado, de sus labios no salió un nombre ni un dato que pudiera conducir a los esbirros del régimen de Fulgencio Batista a la más ligera pista de sus compañeros de lucha.

Fontán, sin dudas, es la representación genuina del joven, del hombre de pueblo que sabe erguirse frente a la adversidad y ocupar los lugares cimeros de la lucha. Él es uno de los Camilo (Cienfuegos) señalados por Fidel que, como héroe de la Invasión, supo alzarse por encima de las circunstancias oprobiosas de una sociedad explotadora e injusta.

Fontán es la medida de lo que son capaces los revolucionarios que buscan en el pueblo el origen y fundamento de su propia razón, meta y ejemplo de lo que significa y entraña una verdadera revolución popular.

Ana Rosa Perdomo Sangermés