Gonzalo Roig y las diatribas de la universalidad

Gonzalo Roig y las diatribas de la universalidad
Foto: Habana Radio.

Cuando el 13 de junio de 1970 falleció Gonzalo Roig la música cubana quedó privada de uno de sus compositores más destacados.

En varias ocasiones él refirió su pasión por las labores de dirección en el conjunto orquestal. Sus dotes como compositor, no obstante, le aseguraron un lugar merecido en la historia.

Allende los criterios predominantes en la época, Roig desafió los estándares con piezas acompasadas a una vida que atestiguó el desarrollo de un talento en el cual, con seña cubana, se resumen algunos de los matices más sobresalientes de su tiempo.

Junto a Rodrigo Pratts y Ernesto Lecuona, Gonzalo encabeza la lista de compositores que prestigiaron la zarzuela durante el pasado siglo. Piezas como Cecilia Valdés dan muestras de ello, pero él no limitó su repertorio a un solo género:

“El catálogo de Roig es extensísimo, e incluye berceuses, boleros, canciones, guajiras, caprichos afrocubanos, claves, cuplés, criollas, criollas-boleros, danzas y danzones, guarachas, guarachas-rumbas, habaneras, marchas, popurríes, pregones, puntos guajiros, romanzas, sones-rumbas, tangos y tangos congos, tarantellas, valses, juguetes cómicos, revistas musicales”, comentó el investigador y ensayista Leonardo Depestre.

Una gran parte de esas piezas nacían de su diálogo con el piano, instrumento preferido en el que surgieron no pocas composiciones al tempo de su espíritu y capacidades. Precisamente en Cecilia Valdés ambos elementos alcanzaron nuevos límites. Cómo afirma el propio Roig:”(…) yo la escribí en un mes y días. Pero no fue sólo escribirla, sino instrumentarla también. Estaba dedicado exclusivamente a la obra. Yo vivía nada más que para aquello”.

Para el crítico Manuel Sánchez de Fuentes esta es una obra en la cual triunfa la música cubana, libre de trabas y de perniciosas amalgamas, suficiente por sus bellezas para dar nombre a un compositor.

Otras zarzuelas como La hija del sol, La Habana de noche y A La Habana me voy también fueron reconocidas. Ninguna, sin embargo, tuvo el éxito y reconocimiento de Cecilia en su época ni en la posteridad. “Es lo que sucede cuando se escuchan cualquiera de los pasajes de la zarzuela Cecilia Valdés o en tertulias familiares se entona Quiéreme mucho. Roig supo penetrar y devolver a los suyos la plenitud del alma cubana con un peculiar modo de decir, que se empata con el discurso romántico nacionalista cultivado en el siglo XIX con Manuel Saumell, Nicolás Ruiz Espadero, Ignacio Cervantes y José White y en el tiempo que le tocó vivir con Ernesto Lecuona, Eduardo Sánchez de Fuentes, Jorge Anckermann, los hermanos Grenet y Rodrigo Prats, entre otros”, afirmó el periodista e investigador Pedro de la Hoz, recientemente fallecido.

Para él Roig fue un músico completo, esforzado en su formación y de talante emprendedor. Como refirió el maestro Leo Brouwer: “La función de la obra de Roig es muy específica. Es una obra cubana para masas, para ser utilizada -palabra no común en el lenguaje artístico- en grandes consumos en el nivel de esa época. ¿Resultado? Una obra popular que hace pensar al mismo tiempo que tiene durabilidad y que se plantea entonces una permanencia estética e histórica en la cultura nacional”.

Y tal vez ése sea uno de los motivos fundamentales de las apreciaciones y elogios que circunvalan la obra de Roig. Exponente de un sano cubanismo y amor al trabajo, como refería un contemporáneo suyo, el compositor Eduardo Sánchez de Fuentes, siempre valen las apreciaciones y elogios a quien, como refiriera Brouwer: “Es el gran compositor de nuestra música escénica y representa un momento peculiar en la historia de la música cubana”.

Lázaro Hernández Rey