Huelga general de 1933: ¡un paso hacia la revolución!

Huelga general de 1933: ¡un paso hacia la revolución!

Han transcurrido 90 años desde aquel 5 de agosto de 1933, cuando en Cuba se llamó a una Huelga General Obrera para el derrocamiento del régimen de Gerardo Machado, haciendo valedera esa sentencia de José Martí que señala: «Donde los trabajadores son fuertes, lucharán y vencerán los trabajadores».

El dictador había llegado al poder en mayo de 1925 y en sus primeras declaraciones manifestó que ninguna huelga duraría más de 72 horas. Sin embargo, ese mismo año se creó la Confederación Nacional Obrera de Cuba, que en 1930 convocó a los trabajadores a una huelga general que hizo tambalear el régimen.

Foto tomada del periódico 5 de Septiembre

A finales de julio de 1933 el movimiento obrero cubano logró convertir un paro local de pequeños propietarios de ómnibus urbanos en La Habana, en una huelga que se propagó a otros sectores laborales en todo el país.

Las luchas llegaron a su punto culminante y el día siete los esbirros de Machado ametrallaban al pueblo en las calles de la capital, con lo que creció la indignación y la determinación de derribar al tirano.

Su artífice y principal organizador fue el prestigioso revolucionario Rubén Martínez Villena, quien había puesto al servicio del proletariado cubano toda su abnegación, talento y lucidez para consolidar las organizaciones obreras en sucesivas etapas de grandes convulsiones políticas y sociales en el país. Aunque no fue una victoria definitiva del proletariado cubano, al menos provocó una apertura democrática, que incluía la libre actividad sindical.

La fecha marcó un momento culminante en la lucha del pueblo, pues aunque no fructificaron las ansias de libertad y soberanía nacionales, sí corroboró cuán necesaria era la unidad para alcanzar la definitiva independencia. La clase obrera obtuvo una victoria, que serviría de ejemplo a las generaciones futuras.

La huelga fue un movimiento masivo

Las huelgas de oposición al régimen habían comenzado en julio como movimientos parciales, pero debido a la labor de Villena a la cabeza de la Confederación Nacional Obrera de Cuba, y el Partido Comunista, las huelgas parciales se fueron integrando hasta alcanzar la magnitud de paro general, levantando la ola revolucionaria que derrocó al tirano.

De manera consecuente, la experiencia de las luchas sociales había provocado un salto cualitativo en los niveles organizativos y de acción del movimiento revolucionario, incluso de algunos sectores de la oposición más reaccionaria.

Las manifestaciones enarbolaban las consignas de «¡Abajo Machado!» y sobre las principales demandas populares. La huelga se mantuvo de forma continuada durante todo el mes. Los periódicos suspendieron sus publicaciones el día siete para sumarse a la acción y todo el transporte se paralizó en días sucesivos. Los comercios cerraron y una manifestación popular se lanzó a las calles; la represión de la policía y ejército se incrementó. Fue una muestra de que los obreros no sólo exigieran por sus reivindicaciones, sino que comprendieron el principio clasista de ese hecho.

Rubén Martínez Villena

En algunas zonas del país muchos patronos y funcionarios acudían al local de Federación Obrera a realizar consultas y recibir orientaciones. El pánico a la justicia popular condujo a varios almacenistas a brindarle víveres a esa organización para repartirlos al pueblo. Por ejemplo, la experiencia de Blas Roca al frente del Comité Distrital de Oriente, durante los históricos acontecimientos, permitió ampliar los criterios acerca de la responsabilidad del Partido Comunista en ese contexto.

Al interpretar el significado del suceso histórico, varios años después, el propio Blas Roca argumentaba: «Con la huelga general de agosto de 1933, la clase obrera irrumpió en la escena nacional como una gran fuerza política, con sus propios objetivos y su propio programa de reivindicaciones clasistas».

Para el Partido, la huelga de agosto de 1933 estaba pensada como «un paso hacia la revolución, como una parte de las luchas que permitiría ensayar y perfeccionar sus fuerzas y denunciar a los enemigos». Se demostró que los avances del Partido Comunista en su organización interna y en la tarea de encausar al movimiento obrero y otros sectores populares no resultaron premisas suficientes para tomar las riendas del poder político en aquellas circunstancias.

Ana Rosa Perdomo Sangermés