José Manuel Jiménez: el Litszt de ébano

Proveniente de una familia con una sólida tradición musical, José Manuel Jiménez tuvo un apoyo más que asegurado en su formación musical, en particular con las enseñanzas de su padre, José Julián, y su tía, Catalina Berroa, considerada como la primera compositora cubana.
Entre otros hechos, en su biografía aparece consignado un hecho particular, la presentación a los 12 años en el Palacio de Cantero en Trinidad. En aquel momento a ese evento asistió el violonchelista alemán Carl Werner, quien exhortó a los señores más acaudalados a subvencionar sus estudios musicales en Hamburgo, según comenta la musicóloga Katia Rojas.
La formación y auge de enrique tuvo en Europa un punto álgido y remarcable. Allí realizó la mayoría de sus presentaciones, destacó en numerosas escuelas y desarrolló el estilo del lied, que tanto reconocimiento le ofrecería en su época. Entre los momentos más destacados de su formación están el haber integrado la Orquesta Gewandhaus, en Leipzig y la obtención del primer premio en el Conservatorio de París, en el cual también cursaba estudios Claude Debussy.
En el continente europeo también desarrolló una serie de funciones junto a su padre y su hermano Nicasio, quienes asumieron de forma respectiva las interpretaciones en el violín y el cello en lo que fuera conocido por entonces como Das Negertio, uno de los primeros conjuntos de músicos de color en Europa.
Si bien el éxito alcanzado hasta entonces fue un indicativo de sus capacidades inherentes y del trabajo consagrado durante años, la experiencia en Cuba estuvo marcada por el enfrentamiento a los prejuicios raciales y el rechazo de la sociedad y las administraciones coloniales en la Isla. De ese modo quedaron frustrados sus intentos por abrir una escuela de composición musical en Cienfuegos, a su retorno a Cuba hacia 1879, tras lo cual volvió a Alemania donde, entre otros reconocimientos, llegó a dirigir el Conservatorio de Música de Hamburgo.
“Devotos fervientes de Beethoven, los Jiménez interpretaron muchas de sus sonatas. Liszt, Chopin y Rubinstein completaron el repertorio del joven pianista. La burguesía cubana, que prefería las orquestas negras para armonizar sus danzas, abrumó a José Manuel Jiménez con todo el peso de los prejuicios raciales, negándose a otorgarle la posición que merecía”, comenta Alejo Carpentier.
No obstante, hacia 1890 retornó a la tierra que lo vio nacer. Concretamente el 4 de junio dio un concierto en el teatro Tacón, de La Habana. Tras él, la sombra de la indiferencia quedaría desterrada del imaginario de sus coterráneos en Cuba. Como afirma Ignacio Cervantes fue:
“[…] el primer pianista clásico, un experto en la ejecución de octavas, acordes de arpegio, diferentes tipos de matices y, al mismo tiempo, un intérprete magistral del trabajo de Rubinstein y Liszt.
“[…] es un pianista de primer orden. Tiene muchas condiciones colocado en la primera línea. No podemos calcular, ¿quién lo hará? El lugar que pueda llegar a ocupar en el mundo artístico. […] tiene por base el talento, por instinto el feu sacre y por obligación un estudio constante y concienzudo que le abrirá seguramente las puertas de la gloria”.
Sobre una de sus piezas, La mayor soledad, Cervantes comenta que: “[…] es hermosa y fuerte y de un toque en extremo elegante, y entonces la interpreta con los matices que él conoce, y que solo un autor le da a sus piezas. Le hace a uno creer en la más absoluta soledad incluso en medio del teatro. Tal es el sentimiento que prodiga en sus oyentes”.
José Manuel continuó prodigando con sus interpretaciones los escenarios europeos. El 15 de enero de 1917 falleció en la ciudad de Hamburgo.
“No existen formas de expresión de lo nacional en la producción musical de concierto del compositor trinitario; pero eso no debe disminuir su trascendencia […] Él introdujo el lied en nuestro país; fue el primer cubano en incorporar a su repertorio genérico-composicional esta expresión de la cancionística alemana y, a la vez, resultó su más fiel exponente”, destaca Katia Rojas.