La Generación del Centenario que asaltó el Moncada

La Generación del Centenario que asaltó el Moncada
Foto: Casa editorial Verde Olivo.

Aquella fuerza juvenil cubana que nacía, en homenaje al centenario del nacimiento de José Martí en 1953, estaría presente en todos los actos oposicionistas,  marcharía al frente de las manifestaciones y editaría clandestinamente el periódico El Acusador, a la vez que comenzaría a entrenarse militarmente para la lucha.

Pronto comenzó a perfilarse aquella nueva fuerza como algo distinto por completo a todos los demás grupos revolucionarios del momento. La seriedad, disciplina, abnegación y entrega de sus integrantes fueron factores con los que ganaron el respeto y la admiración del pueblo. En su mayoría eran obreros y estudiantes, pero también incluía profesionales, campesinos y trabajadores por cuenta propia.

Inicialmente, carecían de una ideología política sólida, pudiendo calificarse como seguidores del pensamiento revolucionario de José Martí y de las ideas de Eduardo Chibás. Los dirigentes del grupo sí habían estudiado las obras fundamentales de Marx y Lenin, y tenían un dominio de los principios del marxismo, lo que les propició la comprensión de aquella sociedad y del momento histórico que vivía el pueblo cubano, así como del camino a seguir.

La primera actitud del grupo fue la de ofrecer su colaboración desinteresada a cualquier movimiento que estuviera dispuesto a luchar de verdad contra la tiranía batistiana. Pero poco a poco llegaron al convencimiento de la falta de seriedad y desunión de aquellos grupos seudorrevolucionarios, que se limitaban a la politiquería sin llegar nunca a usar las armas.

No obstante estar consciente de que, en aquellas condiciones, solo a través de la insurrección armada podía llegarse al poder, el joven revolucionario Fidel Castro comprendió que los planes de derrocar a Batista en 24 horas, utilizando a civiles sin experiencia militar contra un ejército profesional y bien armado, eran absurdos.

Fue entonces cuando consideró que debían actuar independientemente. En su mente ya estaba clara la idea de que, únicamente con el apoyo del pueblo, con la movilización de las masas, podía conquistarse el poder y hacer una verdadera revolución. Existían las condiciones objetivas para iniciar la lucha; las condiciones subjetivas se crearían en el transcurso de los acontecimientos.

La idea era sublevar una región y tratar de mantenerla, llevar a la huelga general y dar tiempo a una movilización popular que elevara la lucha a un plano nacional, y en el caso de no producirse de inmediato la caída del régimen, desarrollar una guerra irregular en montañas y campos, similar a la llevada a cabo por los libertadores cubanos en el siglo XIX, que daría al traste con el gobierno tiránico.

Fidel sintetizó la estrategia en una frase: “Hace falta echar a andar el motor pequeño que ayude a arrancar el motor grande”. Y ese motor pequeño o paso inicial sería la toma por sorpresa de un cuartel militar para apoderarse de sus armas, que se entregarían a los combatientes y al pueblo. Después, la acción militar, hábilmente combinada con la acción política, conduciría al derrocamiento de la tiranía.

El lado débil del proyecto era que se confiaba en el resultado exclusivo de una acción, haciendo depender de ella al resto del plan. Si fracasaba la toma del cuartel, fracasaba todo el plan, pero era para ellos la única posibilidad y había que seguirla.

Inicialmente pensaron en atacar el cuartel de la ciudad de Pinar del Río, capital de la provincia más occidental, donde radicaba el Regimiento 6 G.R. Rius Rivera, pero fue rechazada. Su proximidad a la capital del país facilitaría la rápida llegada de los refuerzos desde el Campamento de Columbia en La Habana, cuartel general del Ejército. Se optó entonces por el cuartel Moncada, sede del Regimiento 1 G.R. Antonio Maceo, en la ciudad de Santiago de Cuba, capital de la provincia de Oriente.

La decisión estaba fundamentada en que el Moncada era la segunda fortaleza militar en importancia en el país y estaba lo suficientemente alejada de La Habana como para dilatar la llegada de refuerzos. La ciudad de Santiago de Cuba estaba rodeada de montañas con pocas vías de acceso, lo que ofrecía posibilidades de defensa y el paso a la lucha guerrillera, en caso de prologarse la contienda.

Una vez tomado el cuartel Moncada podrían ser dominados con facilidad los destacamentos de la Policía Nacional, Policía Marítima y Marina de Guerra, radicados en Santiago de Cuba. Como apoyo, se tomaría simultáneamente el cuartel Carlos Manuel de Céspedes, de la ciudad de Bayamo, y contemplaba la voladura de importantes puentes sobre el río Cauto para romper las comunicaciones terrestres.

Ana Rosa Perdomo Sangermés