La rumba cubana ratifica su universalidad

La rumba merece recordarse siempre y, más que eso, vivirla. ¡Qué satisfacción y alegría desbordante hubo cuando fue declarada como Patrimonio Inmaterial de la Nación Cubana!
Como hace 13 años, y en celebraciones como esas, viene a la mente aquella obra magnífica titulada El triunfo de la rumba, del pintor y caricaturista Eduardo Abela (1889-1965), que representó su primer aporte importante a la pintura moderna del país como parte de la serie “afrocubana”, creada en París en 1928.
En esa composición al óleo sobre tela, de la que se puede disfrutar en el edificio Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes, se describen artísticamente los movimientos de la rumba autóctona que están esencialmente vinculados a la cultura africana, pero también posee algunos elementos característicos de la cultura antillana y el flamenco español, que se transmiten de generación en generación en el seno de las familias y amigos.
Y recoge el ambiente subliminal de las calles cubanas con esa mezcla de baile y música que le son inherentes, porque desde sus inicios la rumba llegó a ser un símbolo importante de un estrato marginado de la sociedad cubana y de su identidad. Para nuestro orgullo, este elemento del patrimonio cultural cubano es la expresión de un espíritu de resistencia y autoestima, así como un instrumento de sociabilidad que aún hoy enriquece la vida de las comunidades que lo practican.
Aquella obra de Abela recoge también magistralmente de forma metafórica la cadencia, el ritmo arrollador de cubanas y cubanos tras el sonido de la percusión, los tambores con sus redobles, los movimientos de un lenguaje corporal específico. Además, podemos imaginar las formas gestuales y los cantos. Esa belleza la encierra la maravillosa ejecutoria de su pincel para crear una interacción con el público, una atmósfera festiva, y los cantos y bailes evocan una gracia, una sensualidad y una alegría propicias al acercamiento entre las personas.
Indiscutiblemente, la rumba es un género musical y un estilo de danza de Cuba, que se basa en la improvisación. Cuando no existían los instrumentos musicales que hoy conocemos en los conjuntos de rumba, sus intérpretes se hacían acompañar por cualquier medio sonoro percutido. Los tocadores creaban una compleja y alegre polirritmia, que era la base acompañante para los bailes, cantos y estribillos, los cuales se mezclaban con los golpes de un pequeño tambor rudimentario, dicen que de origen africano.
Si bien el género se caracteriza por la presencia masculina, la mujer ha tenido un papel muy importante en la promoción nacional e internacional de la rumba como cantantes y bailarinas, y se destacan nombres como Celeste Mendoza, considerada como La reina del Guaguancó, quien fue una interprete excepcional del género tanto en el canto como en el baile, encarnó el espíritu popular de la rumba y lo elevó al plano artístico en toda su naturaleza y riqueza.

Agrupaciones como Los Rumberos de Cuba y Los Papines han contribuido a mantener la rumba en los espacios culturales nacionales e internacionales, alcanzando fama internacional. También Gerardo Alfonso con su inspirado guaguancó Sábanas blancas y en obras del desaparecido trovador Noel Nicola. Por su parte, Chucho Valdés, uno de los más grandes pianistas de jazz del mundo, ha compuesto números como El rumbón y El rumbón the party; homenajeó a su padre, Bebo Valdés, con el concierto Rumba para Bebo, en el Festival de Jazz de Barcelona, 2013.
Otro pianista, Frank Fernández, se rindió al sabroso ritmo para la pieza Guaguan-piano con Los Muñequitos de Matanzas. Él sería el productor del disco de esa agrupación De palo p ́a rumba. Pero el género inspira a otros autores e intérpretes. Wiliam Vivanco se vale de interjecciones y onomatopeyas, que provienen de los pregones callejeros y la rumba que aprendió en su natal Santiago de Cuba. Kelvis Ochoa se nutre del género, que asume en algunas de sus composiciones.
La rapera Telmary Díaz lo recrea en Rumba pꞌa ofrecerte, en el disco La rumba soy yo. Con sentimiento Manana. La violinista compositora y cantante Tammy López llevó al guaguancó el poema Celos eternos de Rubén Martínez Villena. El pianista matancero Alejandro Falcón introduce elementos de la rumba en su disco Claroscuro, en la hermosa pieza Monk en Pueblo Nuevo. El trovador Tony Ávila, gana aplausos con La vida tiene sus cosas, guaguancó-son.
Hace 13 años, la rumba ratificó su universalidad.