Leonor Pérez: Aniversario 117 del deceso de la adorada madre de Martí

Leonor Pérez: Aniversario 117 del deceso de la adorada madre de Martí
Foto: Habana Radio.

Eran las 5 y 30 de la tarde del 19 de junio de 1907 cuando, sentada en una amplia butaca de la sala de la casa de su hija Amelia y sumida en una gran pobreza, quedó dormida serenamente para siempre Doña Leonor Pérez Cabrera, la adorada madre de José Martí, el Apóstol de la Independencia y Héroe Nacional de Cuba.

Tenía entonces 78 años y pasaba mucho tiempo con los recuerdos de su amado “Pepe”, al que logró sobrevivirle doce años. Ya viuda, casi completamente ciega, sin recursos, desamparada totalmente de toda ayuda oficial, Doña Leonor había ido a vivir al amparo de su hija Amelia, en la calle Consulado, en La Habana. Nunca recibió ayuda de la República que su hijo concibió para los cubanos, y ella, mujer de entereza y rebeldía, creadora junto a su esposo de una familia de muchos vástagos virtuosos, nada reclamó.

Tres de sus hijas (Antonia, Carmen y Leonor) fallecieron antes que ella. También la anciana perdió a varios de sus nietos, por las duras condiciones que atravesaba la familia. Y por si fueran pocos esos sufrimientos, tuvo que padecer las intrigas y la traición del primer Presidente de Cuba, Tomás Estrada Palma, quien fiel al mandato del gobierno norteamericano, y para facilitarle las cosas, disolvió el Partido Revolucionario Cubano fundado por Martí, desarmó al Ejército Libertador y entregó el país a la voracidad de sus ocupantes.

Al morir Doña Leonor, el Gobierno Interventor norteamericano entonces publicó una simulada nota necrológica firmada por Charles Magoon, dispuso guardar duelo oficial y ser sepultada a cuenta del Ayuntamiento habanero. Fue un pomposo sepelio que contrastó con la miseria en que ella vivió durante sus últimos años.

El pueblo habanero, aquel 19 de junio de 1907, mostró sincera congoja y expresó su disgusto por la presencia de mister Magoon y otros tantos politiqueros corruptos en las exequias de la madre del más universal de los cubanos.

Las cartas cruzadas entre madre e hijo prueban el inmenso amor y el respeto que se profesaron Leonor y José Martí. Ella siempre amorosa disuadiéndolo de regresar a casa y él incitándola a sumarse a sus ideales.

Su natural inteligencia la había convertido en la guía prudente del hogar y trabajó junto a sus hijas para contribuir con el bajo salario del esposo y garantizar una esmerada educación al único varón, y futuro sostén de su vejez.

La vida azarosa escogida por “Pepe” agotaría el corazón materno desde que fuera encarcelado siendo apenas un niño, hasta que cayó combatiendo por la libertad en los campos del oriente de Cuba, el 19 de mayo de 1895. Incapaz de renunciar a sus ideales, Martí también sobrellevó penosamente el daño que provocaba a la autora de sus días. De ello habla la nutrida correspondencia entre los dos.

¡Cuánto sufrimiento y noble­za en aquella madre! Al llegar a sus manos la última carta del hijo que ya es­taba dentro de la guerra, le alivió su ternura: “…conmi­go va siempre, en mi creciente y necesaria agonía, el recuerdo de mi madre”. Al mes siguien­te, él moriría en combate.

Ana Rosa Perdomo Sangermés