Manuel Corona, la pervivencia de la música

Manuel Corona, la pervivencia de la música

Tras su muerte, el olvido quedó parcialmente relegado por el homenaje que le hicieron algunos amigos suyos. Encabezados por Gonzalo Roig, la recordación estuvo sucedida por historias, tazas de café y entonaciones de temas clásicos para Manuel Corona, como él había manifestado a sus amistades.

Con él la trova tiene uno de sus pilares fundacionales. Pero si bien la vida y el ingenio de Corona no ofrecen ejemplos a imitar en su vida personal, en su cuidado y salud, sus 70 años de vida dejan traslucir una obra musical rebosante de temas emblemáticos y difícilmente descartables por el desatino de moralidades proverbiales o la hecatombe humana representada por el paso de los años y la pérdida de la memoria.

De su transcurrir bohemio, sus amores en el habanero barrio de San Isidro o los encontronazos con los chulos de entonces se ha escrito mucho, como también se ha abordado sobre su forma de ser y las contestaciones, canciones mediante, a otros compositores y trovadores de la época. Están en ese plano Ausencia sin olvido, en respuesta a Ausencia, de Jaime Prats, Gela amada como respuesta a Gela hermosa del santiaguero Rosendo Ruiz, Animada en contestación a Timidez, de Patricio Ballagas y La Habanera, frente a La Bayamesa, de Sindo Garay.

El acervo musical de Corona tuvo un recorrido amplio en la exploración de géneros y en la representación de sus particularidades con recorridos en diferentes variantes de la canción cubana desde géneros como el danzón, los tangos, el blues y el danzón. Junto a sus temas más emblemáticos se encuentran Longina, Mercedes (con el cual comenzó a ganar popularidad) y Santa Cecilia.

Sobre esta última el periodista, escritor y crítico Pedro de la Hoz refirió que: “(…) enaltece la belleza femenina con imágenes que encajan en el imaginario lírico insular de la época, (…) la música va más allá. El diseño de las dos líneas melódicas de la canción resulta desafiante y exige un depurado ejercicio vocal en su planteamiento original, comparable a la Perla marina y El huracán y la palma, de Sindo Garay”.

Para el periodista Jorge Rivas, en esta canción se puede apreciar la figuración melódica, las progresiones, los elementos técnicos que fueron manejados por Corona sin perder en ningún momento la sintaxis musical. “La armonía es justa y acertada, tanto en los acordes tonales como en los extratonales, por lo que sus resoluciones son valoradas por los críticos y especialistas como correctas”, lo cual concuerda de forma general con el estilo y vitalidad que imprimió Corona a sus composiciones.

En tal suerte, Manuel Corona constituye una figura imprescindible, con una producción en la cual se afianzan no solo las tradiciones del acervo popular de su época, sino también temáticas dedicadas a las mujeres, a los acontecimientos populares y a aquellos que atravesaban el tejido de la cotidianidad nacional. Sin ser un cronista a tiempo completo, permeó sensibilidades y confió en sus méritos y capacidades en franca oposición a los réditos financieros o los añadidos del mundo del espectáculo. Decisión personal con la cual vivió y murió un día como hoy de 1950.

Así quedan en él una muestra de lo mejor de la trova cubana, una compilación que pervive en su música, allende la historia de su vida y de la de quienes lo sucedieron. No obstante, el hecho de que no pase desapercibido dice mucho no solo de su impronta vista a futuro, sino también del justo reconocimiento de uno de los principales trovadores en la historia de la música cubana.

Lázaro Hernández Rey