Mariana Grajales, siempre inmensa
De Mariana Grajales Cuello nunca se podrá hablar en pasado. Aquella mulata humilde y de baja estatura, que los mambises y pobladores del Oriente de Cuba conocieron como la madre de los Maceo, entregó lo más valioso de sus 78 años de vida a su Patria y hoy, a la distancia de 131 noviembres de su desaparición física, se le recuerda de manera entrañable y querida.
Esta excelsa mujer que ha representado siempre la valentía y el patriotismo de las madres y féminas cubanas no escatimó la vida de los suyos por lograr el objetivo supremo de liberar su tierra.
Al igual que su esposo, sus hijos varones se alistaron al Ejército Libertador, tres de ellos alcanzaron el grado de General y libraron duras batallas, en el campo militar y el moral. Así fue creciendo la leyenda de los Maceo y con ellos la de Mariana Grajales, quien atravesó montes para curar heridos, dar apoyo a las tropas y se arriesgó al peligro de las balas en los campos insurrectos.
En la raíz del alma cubana está presente Mariana con su sencilla grandeza y se le recuerda como lo hizo José Martí “con su pañuelo de anciana a la cabeza, con los ojos de madre amorosa para el cubano desconocido, con el fuego inextinguible en la mirada y en el rostro todo, cuando se hablaba de las glorias de ayer, y de las esperanzas de hoy…”
Fue, sin dudas, una excepcional mujer, reconocida no solo por la prole de valientes patriotas que acunó y formó, sino también por su elevado concepto de la moral y el decoro, su capacidad de resistencia ante las vicisitudes y su valor extraordinario.
Después del Pacto del Zanjón tuvo que partir hacia el exilio en Jamaica como muchos otros patriotas. Vivió en una casa pequeña y humilde que muy pronto se convirtió en centro de reunión de los revolucionarios y fundó organizaciones patrióticas, pues continuó abogando por la libertad de Cuba. El propio Martí la visitó allí en varias ocasiones y de ella expresó: “Es la mujer que más ha conmovido mi corazón”.
En ese país muere el 28 de noviembre de 1893, y treinta años después sus restos mortales fueron trasladados a Cuba, como era su voluntad. Fueron exhumados el 22 de abril de 1922 ante la presencia de importantes personalidades de Cuba y de Jamaica, y enviados a la Patria en el crucero Baire de la Marina de Guerra, recibiendo en Kingston y en Santiago de Cuba los honores correspondientes.
Su espíritu de lucha y de firmeza han sido la guía y ejemplo para las sucesivas generaciones de cubanos. Madres de la estirpe de Mariana han ofrendado la vida de sus hijos por la libertad de Cuba y otros pueblos del mundo.