Martí en lo más alto de Cuba

Martí en lo más alto de Cuba
Foto: Radio Habana Cuba

En el año 1953, en ocasión de conmemorarse el centenario del natalicio de José Martí, cada cubano se aprestaba para homenajear al Apóstol y para ello surgieron múltiples iniciativas.

Por su parte, desde el alto mando del régimen de Fulgencio Batista, se creó un programa de conmemoraciones oficiales que contemplaba el pago obligatorio de un impuesto por la celebración de los 100 años del hombre más universal de los nacidos en esta tierra.

Para honrar a Martí ese año, más allá del 28 de enero, se crearon dos comisiones: una que protagonizaría un acto en Santiago de Cuba y la otra que subiría al Pico Turquino, en la cual se incluyeron los trabajadores de Ocujal del Turquino, quienes colocarían en su cima un busto del Apóstol de la independencia de Cuba.

Con argumentos bien fundados se expuso la idea del busto por lo hermoso que sería y la alta significación simbólica que tendría que la efigie del  máximo prócer de la patria estuviera en la cumbre más alta de Cuba, por la que ofrendó su valiosa vida, precisamente en el indómito Oriente.

La iniciativa fue bien acogida por la Asociación de Antiguos Alumnos del Seminario Martiano de la Universidad de la Habana, con sede en la Fragua Martiana y se ejecutaría por el doctor Manuel Sánchez Silveira, padre de Celia Sánchez Manduley,  quien era un gran conocedor de la zona del Turquino, debido a su destacado trabajo como médico en Media Luna.

A esta idea se sumó Jilma Madera Valiente, célebre creadora de la plástica cubana, quien había sido la autora del busto de Martí que se encontraba en la Fragua Martiana.

Celia Sánchez.

En la mañana del 19 de mayo de 1953, el grupo martiano realizó una guardia de honor   ante los restos del Maestro en el Mausoleo de Santa Ifigenia. Allí se les unió Celia Sánchez Manduley, quien tenía a su cargo filmar el histórico hecho y tomar fotografías.

Despertaron la curiosidad, y tal vez la desconfianza, de los agentes represivos del gobierno, aumentada al saber que tenían la insólita intención de internarse en la montaña y escalar el Turquino. Al parecer pronto corrió en los círculos oficiales el rumor de que, tras el patriótico propósito, se ocultaba alguna conspiración tenebrosa, y que realmente los esforzados montañistas tenían la misión de recibir un cargamento de armas enviado del extranjero con fines subversivos.

A las primeras horas del día 20 partió el grupo y alcanzaron el firme de la cumbre al amanecer del 21 de mayo.

Comenzaron a trabajar para terminar la base del monumento, cuyo pedestal se realizaría con piedras rústicas de la propia montaña, para no tener que subir a esa altura otros materiales. A las 12 del día, en un asta improvisada con la rama de un árbol, se izó la bandera cubana y se procedió a develar el busto de Martí, quedando inaugurado el monumento. Justo a la una de la tarde, el sol ya cubría por completo el rostro del Héroe Nacional, como había anhelado en sus versos.

La obra encierra en sí misma una gran belleza expresiva y se completa con el pedestal y la tarja que recoge una de sus frases más trascendentes: «Escasos, como los montes, son los hombres que saben mirar desde ellos, y sienten con entrañas de nación, o de humanidad«, escrita por él en la carta que enviara a su amigo dominicano Federico Henríquez y Carvajal, con fecha 25 de marzo de 1895, casi dos meses antes de su paso a la inmortalidad.

En ocasión de celebrarse el aniversario 70 de aquella hazaña, ascender a la abrupta montaña se ha convertido en una muestra de reafirmación de sentimientos de identidad y convicciones revolucionarias, de consolidar los valores de la historia patria y acercar a los jóvenes a los ideales del pensamiento martiano.

Como expresara el cantautor cubano Adrián Berazaín en su canción dedicada a Martí: “Ay Julián, como pasan los años, / siempre hubo comentarios, / una carta, una estrella, otro verso escondido, / una bala y tu cara hacia el sol que procura, / a unos 1 900 de altura / por encima de lo conocido.

Ana Rosa Perdomo Sangermés