Ochenta años de la victoria contra el fascismo, lección para no olvidar

La Humanidad no debe olvidar una fecha tan trascendental e histórica como el 9 de mayo. Ese día, del año 1945, ocurrió la rendición incondicional de la Alemania nazi ante la victoria del Ejército Rojo de la entonces Unión Soviética (URSS), que salvó al mundo del fascismo preconizado por Adolfo Hitler.
Aquel noveno día de mayo las sirenas sonaban, la gente saltaba, se abrazaba, porque había terminado más de dos décadas de fascismo. Las imágenes quedaron para la posteridad. Entraba triunfante a la ciudad de Berlín y se alzaba, en lo más alto del Reichstag, la hermosa Bandera Roja con su hoz y martillo, tras seis años del mayor holocausto jamás vivido.
En aquella operación de exterminio, el pueblo soviético dio excepcionales muestras de actitud de resistencia, sacrificio y voluntad de liberación nacional de la URSS y otros países; un pueblo heroico que luchó hasta el final y nunca perdió el propósito de la victoria, como ejemplo para el mundo.
Habían transcurrido 30 años de la victoria sobre el fascismo alemán y Fidel expresaba en el acto conmemorativo: “¡El ejemplo de la Unión Soviética, y la epopeya de su Gran Guerra Patria, demuestran, en primerísimo lugar, la superioridad del sistema socialista, la fortaleza del sistema socialista y la fuerza de las ideas marxistas-leninistas!”
Hoy el Día de la Victoria se sigue conmemorando en muchos lugares del mundo, sobre todo en aquellos países que antes formaban parte de la Unión, que lucharon hasta el triunfo como parte de la Gran Guerra Patria y que aportaron las mayores cuotas de sangre de sus mejores hijos (27 millones de muertes).
El mensaje dejado por las huellas de la mayor tragedia armamentista de la historia, parecería suficiente para alejar al hombre del menor intento por resucitar el fantasma de la ideología fascista.
Sin embargo, tras 80 años, se cierne sobre el mundo una política mucho más agresiva y exterminadora, que pretende globalizar sus ideas, cultura, conocimiento y poner fin a la historia. En aquel momento, el pretexto fueron los judíos. Actualmente, la lucha contra el terrorismo sirve de escudo y bandera para llevar a cabo guerras de exterminio y ocupación, cuyo verdadero fin es la hegemonía económica y política.

Los habitantes del planeta deben recordar siempre lo que significó el dominio fascista sobre el mundo para poder sacar sus propias lecciones y conclusiones, que tan útiles y necesarias resultan en los momentos actuales. El dramaturgo Bertold Brecht advirtió claramente que “el vientre que concibió a la bestia es aún fecundo”, por lo que la amenaza se cierne aún hoy sobre el mundo, con tecnologías y armamentos mucho más avanzados y destructivos.
Si alguna lección debe sacarse en este importante aniversario de la victoria mundial contra el fascismo, que representó la derrota militar del eje Roma- Berlín-Tokio, es que el enfrentamiento ideológico y político contra ese brutal flagelo, que no desiste de imponer su dominio a sangre y fuego, no puede detenerse.
Un somero repaso a las ideas que hoy se discuten, difunden y promueven en los círculos de poder del imperio norteamericano demuestra que Hitler pudo haberse suicidado en su bunker hace ocho décadas, pero muchas de sus concepciones gozan de excelente salud; su ideología y sus símbolos siguen vivos, causan víctimas a diario y se expanden peligrosamente.