Octavio Cortázar y los compromisos de la memoria

“Si vamos a tipificar a Octavio Cortázar, diría que su obra es muy clara, muy diáfana, tenía un tino muy especial para descubrir los temas, independientemente de que era un hombre de rigor, estudiaba mucho. Creo que su mayor logro es haber valorado en todo momento de su vida la formación”. Así califica el primer actor Patricio Wood la impronta de uno de los cineastas más destacados de la cinematografía cubana. Esa formación, precedida de estudios de publicidad, se consolidó en el por entonces recién constituido Instituto Cubano del Arte e Industrias Cinematográficos (Icaic), en el cual trabajó como asistente de producción.
Luego estudió en Europa en los antiguos países socialistas. La gran escuela de los años sesenta le ofreció una simiente próspera que luego aplicaría a la práctica del cine documental cuando regresó a Cuba.
Por primera vez, clásico de la producción en el género en la Isla, ha permanecido como un símbolo estatuario de la producción de entonces. Como manifestó Rolando Pérez Betancourt en una estampa al respecto: “Sólo recordar el momento en que una audiencia de campesinos de todas las edades descubre el cine mediante el clásico de Charles Chaplin, Tiempos modernos, y entonces, en medio de la noche cinematográfica bañada por las estrellas, surge el milagro”.
Ese hecho quedó plasmado en una producción de inestimable valor, en la cual hay obras como Acerca de un personaje que unos llaman San Lázaro y otros llaman Babalú, y epítomes excelsos de la talla de El brigadista, Guardafronteras o Derecho de asilo.
Para el crítico Daniel Céspedes: “Lo que sí reina en la obra de Octavio Cortázar es esa voluntad aventurera, cuando no épica, que supuso ´-y supone- no ya construir un país para vivirlo, sino más bien respaldar, a través de testimonios, un proyecto nacional y el hecho mismo de hacer cine durante muchos años”.
Esa huella, sin embargo, no estuvo exenta de contratiempos o imposiciones, contextuales unos y sistémicos otros, en el entramado cultural del país.

“Yo me veía en la disyuntiva de si enjuiciar o no el fenómeno que ocurrió con Octavio Cortázar, por sus catorce años que estuvo sin poder lograr otras visiones. Es un caso realmente para reflexionar porque es inmerecido, pero en eso juega mucho también la personalidad (…) Hay quienes lo conocían bien y hablan de la resiliencia, de este hermetismo y el dotarse de una mística para resolver el asunto o para paliarlo. Conmigo nunca habló de eso, la verdad”, manifestó Patricio Wood en la entrega del reconocimiento de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) por el documental Así es la vida Octavio, y añadió:
“De El brigadista y Guardafronteras podemos tener nuestros criterios respecto a si es arte o no es arte, pero fueron exitosas. Guardafronteras fue sumamente exitosa, más exitosa que El brigadista. Lo que pasa es que, en la obtusidad de nuestras mentes, simplemente porque Salvador Blanco se iba del país, la retiraron de cartelera cuando logró más de dos millones de espectadores en un mes (…) Cuando uno analiza su vida [vemos que] fue un hombre [al] que le fue duro”.
En ese contexto también es menester reflejar su vínculo con el magisterio como profesor de dirección en la Facultad de Cine, Radio y Televisión del Instituto Superior de Arte (ISA) y su rol en la fundación de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños. Hasta sus últimos años condujo el programa televisivo Pantalla Documental y presidió el Centro de desarrollo del documental Hurón Azul de la Uneac.
“Octavio Cortázar pudiera dedicar exclusivamente sus días a la profesión que le ha dado prestigio; realizador de imágenes. Nadie se atreve a cuestionar su huella incisiva en el cine documental cubano”, afirmó Pedro de la Hoz. Permanecen, no obstante, esos compromisos en la memoria y su influencia en la significación y el recuerdo de este cineasta.
El escritor cubano Edmundo Desnoes definió al subdesarrollo como la incapacidad de acumular experiencia. En el caso de Octavio, con una obra imprescindible, el olvido da pie a segundos y terceros subterfugios de especulación. Para aquellos comprometidos a enfrentar la ignominia sacramental del tiempo, la memoria del ser humano que fue Cortázar gana un ápice más de significación en esta ocasión, donde conmemoramos el natalicio de un hombre enamorado del cine.
“Soy un cinéfilo desde niño y llegó el momento en que ya empecé a entrar en contradicción con la pantalla. Y empecé a reflexionar, a darme cuenta de que yo tenía aquello dentro de las posibilidades de quererme expresar a través de lo que estaba viendo”.