Protesta de Baraguá, gran triunfo político de la Revolución

Protesta de Baraguá, gran triunfo político de la Revolución

La recia personalidad del general Antonio Maceo fue un elemento que incidió en la decisión de sus tropas de no aceptar ningún pacto con España que no implicara la independencia total.

El estado político-moral de sus fuerzas era muy elevado, el carisma de tan insigne patriota las había mantenido alejadas de todo aquello que pudiera dañar la disciplina y el espíritu de lucha de la aguerrida tropa, en particular de las sediciones.

Había transcurrido algo más de un mes desde que se firmó el Pacto del Zanjón e inmediatamente las fuerzas españolas habían enviado la noticia a las provincias implicadas en el conflicto. Alrededor del Titán de Bronce se agruparon Guillermón Moncada, José Maceo, Flor Crombet, Quintín Bandera, entre otros destacados patriotas.

Eso es lo que puede explicar que Arsenio Martínez Campos estuviera tan preocupado y escribiera en una carta, con fecha 26 de febrero de 1878: “Maceo me pide imposible, y yo no amplío las bases; me ha pedido entrevistarse conmigo… le veré; como mulato, es de una vanidad extrema y desea hablarme directamente: Tengo esperanza de que no se dispare un tiro más… Este Maceo es la clave de la verdadera paz”.

El 15 de marzo de 1878 se produjo la histórica reunión entre Maceo y Martínez Campos en pleno campo de una antigua hacienda de crianza ganadera situada dentro de los límites de la actual provincia de Santiago de Cuba. Ese fue el escenario de la histórica Protesta de Baraguá, que para los cubanos ha sido sinónimo de intransigencia ante al enemigo, de nunca sentirse derrotados por inalcanzables que parecieran los objetivos de la lucha y de decisión de continuar batallando por ellos hasta conquistarlos.

Maceo, el invicto guerrero, que llevaba cicatrizados en el cuerpo los triunfos de su machete y en el corazón las heridas de su tierra natal, el que era capaz de sentir todo el dolor de su pueblo,  al que le eran «naturales el vigor y la grandeza», fue el hombre que supo hacer frente a la tempestad, de convertirse en columna de la patria y encarar en aquel momento los intereses de la nación.

El guerrero indomable que aterrorizó a los ejércitos españoles a lo largo de una década, el soldado de la libertad que en varios puntos del oriente cubano había hecho morder el polvo de la derrota a los más brillantes generales de España, obtuvo en Baraguá el gran triunfo político de la Revolución.

En ese sentido, él fue el iniciador del ascenso a la dirección revolucionaria de los genuinos representantes de las clases más humildes del país. Vio más lejos que otros y deseó más fuertemente que otros.

Su decisión resolvió problemas políticos planteados en el curso de la guerra y fertilizó el camino de la independencia. Fue una expresión consciente y libre del curso necesario de la Revolución. En esto reside la importancia y el peso de la Protesta de Baraguá: una importancia mayúscula y una fuerza colosal.

La dignidad ultrajada en el Pacto del Zanjón se transforma para Maceo en un sentimiento profundo. Con su actitud viril en la Protesta de Baraguá, dejó un ejemplo a las futuras generaciones. Él retuvo el infinito compromiso de los cubanos.

Baraguá ilumina el pensamiento independentista en esta tierra, ayuda a encontrar la fuente inagotable de heroísmo, sacrificio y de combate. Las banderas no fueron arriadas. Sobre aquella conciencia, engendrada entre tanto mérito, comenzó a brotar el triunfo.

Con la Protesta de Baraguá se reveló la nueva jefatura de la Revolución cubana, portadora de lo más puro, radical e intransigente de nuestro pueblo,  y capaz por ello, tarde o temprano, de conducirla al triunfo. De ahí su verdadera significación y la vigencia de su mensaje.

Ana Rosa Perdomo Sangermés