René Portocarrero, símbolo de la nacionalidad cubana

René Portocarrero, símbolo de la nacionalidad cubana
Paisaje de La Habana, 1961.

Gracias a la avidez de René Portocarrero de nutrirse de la cotidianidad cubana, los nacidos en esta tierra y otros de muchas partes del mundo han podido disfrutar durante décadas de esas obras geniales salidas de su creatividad y grandeza, sobre todo a partir del año 1940.

Como excepcional artista, aprendió pronto de sus contemporáneos a partir de un engranaje de madurez interior y su vocación autodidacta, sin ejercicios académicos, que hicieron únicas e inigualables sus piezas pictóricas, llegando a convertirse por mérito propio en un reconocido mito de la plástica en el orden nacional y universal, que trasciende en el tiempo.

Influido, claro está, por una segunda generación de artistas cubanos y por las vanguardias europeas del pasado siglo, se fue descubriendo con pasos firmes, no solo y esencialmente como pintor, sino también como ceramista, escultor y diseñador escenográfico.

¡Cómo no recordar aquella exposición realizada en Nueva York en 1945 donde pudo exponer lo mejor de sus obras iniciales y que marcó un punto de inflexión en su producción y su reconocimiento internacional! ¡Cuánto influenciaron en sus creaciones y su pensamiento aquellas colaboraciones primarias en la revista Orígenes, junto al poeta y ensayista José Lezama Lima, a quien lo unía una gran amistad!

Para orgullo de Cuba, todavía una de sus obras cumbres, Gran carnaval no. 2,  cuelga en una de las paredes de la Organización de Naciones Unidas (ONU), con la profusión de colores y formas que distinguen varias de las series del artista. ¡Cuánta poesía, textura, relieves… se encierran en esa pieza creada por Portocarrero en 1984, solo un año antes de su desaparición física!

Desde 1995 en esa sede de la organización multilateral, en un acrílico sobre lienzo, está representado el mayor archipiélago de las Antillas, con ese sentido genuino de nuestra cultura  -también caribeña-, llena de energía y gusto por la vida. Esa obra suya pertenece a una de sus series más logradas y de alcance universal: el conjunto conocido como Carnavales.

Integrado por unas 200 piezas surgidas de manera espontánea de la fértil imaginación del artista, esta serie fue concebida con un sentido de trascendencia internacional, pues sus escenas pueden aplicarse lo mismo a La Habana que a cualquier capital europea.

A la distancia de cuatro décadas de su fallecimiento, el legado de René Portocarrero Villiers (1912-1985) permanece en la impronta de la cotidianidad cubana, con sus símbolos afrocubanos, los paisajes criollos, las estampas de su barrio del Cerro, las fiestas y bailes populares de su amada tierra natal, la figura de la mujer cubana que movió su corazón y su pincel… en fin, en su genuina cubanía.

Ana Rosa Perdomo Sangermés