Richard Egües y la causalidad del ingenio
Un intento, fatuo y atrevido, meditado y próspero, velado y reconocible, puso a Richard Egües en las páginas de la historia musical cubana como uno de los flautistas más excelsos en Cuba.
La introducción del instrumento al formato de charanga, la consiguiente permeabilidad con la cual manejó las composiciones, haciéndolas intrínsecamente distinguibles y perdurables por su propio contenido, y la amalgama de recursos portadores de una vitalidad universal, cercana al público desde la música popular, son algunas de las huellas en la dilatada vida de Egües, maestro consagrado no solo de la flauta, sino también de otros instrumentos.
En su dilatada carrera la estela de la formación musical de su familia tuvo una incidencia directa, como también la tuvo la formación y las agrupaciones que asistían al escenario musical de entonces. La amalgama de influencias y estilos ya venían cocinando una forma de hacer específica, que tuvo una cúspide en la Orquesta Aragón, a la cual se unió en 1953.
El clima creativo de entonces conformó el escenario perfecto sobre el cual Richard brilló, acompañado de un elenco ilustrado, rebosante de talento y ganas de hacer. La impertérrita sinécdoque del músico industrioso tuvo en él una vertiente particular, fruto de su talento, el trabajo en la orquestación, la interpretación de la flauta en la música popular cubana en el pasado siglo y la ya mencionada integración de la flauta en la charanga.
Al respecto, mencionó que: “Lo primero a considerar es el sentido de banda. Una charanga no es la suma de sus individuos, pero una institución colectiva en la que todos contribuyen. Siempre tengo mi inspiración del conocimiento sinfónico para los arreglos de la sección de violín y tratar de lograr un ritmo claro que pueda servir como fundación del resto de los instrumentos y como guía para el bailador”.
El Cuini tiene bandera, Sabrosona, El cerquillo, Bombón cha y El bodeguero fueron algunos de esos temas emblemáticos de una obra significativa en la cual Egües perpetuó sus interpretaciones con la flauta en nuevo status quo, ceñido a la excelencia interpretativa y a la originalidad desde el recorrido por las tradiciones. No fue copia, sino una inspiración, en el acto de arbitrar el amplio abanico de posibilidades Richard definió una seña única, particular y reconocible que ha perdurado en el tiempo.
El sabor popular y la interpretación de la formación clásica hacia dicho entorno confirmaron la aprehensión de Egües y la Orquesta Aragón como una institución genuina de la música cubana.
En palabras del profesor Raúl Fernández: “La ejecución de Egües como flautista dentro de su famosa agrupación era como un cursillo de educación musical para el público oyente y bailable que se acostumbró a escuchar el sonido de su flauta, desarrolló un gusto por el instrumento y lo convirtió en otro sonido difícil de superar para los cantantes populares de la siguiente década”.
La gestualidad, el dominio y la práctica de ese instrumento, de ese cordel que sigue la cintura del sueño, según lo calificó José Lezama Lima, imprimió de un sello inconfundible no solo a la agrupación en la que estuvo, sino también a las consideraciones ulteriores sobre la práctica y la interpretación en el ambiente musical de Cuba.
Con ello no solo trascendió la academia: estableció una referencia de estilo, una praxis consolidada y una guía, asentada desde la ejemplificación, sobre cómo traducir el contenido teórico de la música al mandato acertado de sus esencias populares.
Algo mágico la flauta de “Richard”. ¡Suena la flauta, “Richard”!
Todos pedíamos su presencia alrededor de su mesa caoba
El oro del hogar se derrumbó sobre sus hombros
Misteriosamente
Maravilloso estar entre nosotros Richard
Con esa flauta sola
Nancy Morejón