Sancho Panza, el villano

El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, en uno de sus muchos diálogos con Sancho Panza, le aconseja no comer ajo ni cebolla para que, por el olor, no se descubra su “villanía”. Entonces ¿era el fiel escudero una mala persona? Quien haya leído la obra cumbre de Miguel de Cervantes responderá inmediatamente que no… y tendrá razón.
Resulta que ser un villano, en la época en que se escribió ese clásico de la literatura española, tenía un significado diferente al que se le atribuye ahora, que es sinónimo de maldad y en las aventuras literarias es el antagonista del héroe.
Pero en la Edad Media el villano era el hombre honrado y laborioso, aunque rústico y considerado de poca educación y cultura, pues eran los labriegos, habitantes de las villas, pequeños poblados de ambiente rural, y cuya función se reducía a producir los alimentos que despilfarraban los señores, quienes los consideraban brutos e ignorantes, aunque, si volvemos a El Quijote y a la obra teatral Sancho Panza en la Ínsula Barataria, veremos que Sancho era también muy ingenioso y de una inteligencia natural, nada despreciable que contrastaba con su simpleza.
Poco a poco, en su desprecio por las personas de menor rango, los “nobles” fueron derivando el significado de la palabra hacia la desconfianza, una representación del mal, de quienes obran en contra de las leyes y causan daño a la sociedad; y de las obras literarias de ficción salen ahora, algunos villanos de tan exagerada maldad que resultan nada creíbles, y otros que llegan a resultar simpáticos a pesar de su actuar contrario a las normas, convirtiéndose en un mal ejemplo para los niños.
Derivada del latín villanus la palabra significa: habitante de una villa, es decir, de una casa de campo; el que reside en una villa o aldea, a diferencia de un noble o hidalgo.
Entre las palabras derivadas de villano están los villancicos, cantos religiosos empleados por los evangelizadores de los siglos V y VI para extender la fe entre las personas de la campiña, iletrados y, por tanto, incapaces de recibir el evangelio de manera escrita.
Antes de terminar, una recomendación, si no lo ha hecho aun: no deje de leer El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra, y Sancho Panza en la Ínsula Barataria, de Alejandro Casona, dos textos imprescindibles para quienes hablamos el idioma español.