Sergio Corrieri, la ética en el buen arte

Sergio Corrieri, la ética en el buen arte

Recordar a Sergio Corrieri Hernández (1939–2008), en ocasión del aniversario 85 de su nacimiento, invita a reflexionar en torno a su vida y su obra, sobre todo en esa faceta en la que fue siempre un artista de vanguardia.

Precisamente este versátil actor, quien ya el público cubano conocía como el vacilante intelectual de Memorias del Subdesarrollo (1968) o el combatiente infiltrado en las bandas contrarrevolucionarias de El hombre de Maisinicú (1973), sería el que asumiría entonces nuevos roles y personajes que marcarían la trayectoria de la cultura cubana.

De su intervención en 14 películas emblemáticas cubanas, desde la fundación del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), se ha escogido para este trabajo una valoración como protagonista principal en Mella (estrenada en 1975), bajo la dirección de Enrique Pineda Barnet. Esto deviene en alguna medida un homenaje al destacado joven luchador antimperialista, dada la proximidad de los 120 años de su natalicio el 25 de marzo del presente año.

Sobre su actuación durante la filmación, Sergio Corrieri señaló: “No puedo decir si fue el personaje que más trabajo me costó, pero sí el que más preocupado me tenía”, teniendo en cuenta la gran responsabilidad que asumía al representar una figura histórica de tantos valores y matices, pero sobre todo por la dimensión humana de Julio Antonio Mella. Era difícil representar una imagen tan arraigada en el pueblo cubano.

Consideraba que con una película dedicada a Mella no se agotaba el tema ni la época, porque la vida de un héroe como aquel sería digna de verse nuevamente de manera más ampliada.

No había en la personalidad de Corrieri nada que denunciara al actor con media vida sobre las tablas o frente a las cámaras, porque era un hombre que desbordaba naturalidad y modestia, hablar pausado, que caminaba las calles, montaba el ómnibus o conversaba de cualquier tema, incluso de pelota.

Sí lo caracterizaba, y mucho, el estudio profundo de cada personaje y en el caso de Mella tuvo que hacerlo de forma muy intensa, prestando después también mucha atención al guión y al proceso de filmación.

Un aspecto tenía a su favor: su parecido físico con el líder estudiantil y comunista, de ahí que su selección final para el personaje protagónico fuera indiscutible, después de algún tiempo de habérsele realizado varias pruebas a personas con cierto parecido, pero en esos casos faltaba siempre la escuela actoral.

Según el propio Corrieri confesó al periódico Granma en ese año, y semanas después de estrenado el filme, lo más importante no era el parecido físico, sino el pensamiento de Mella, su acción revolucionaria.

Entre las escenas que más le gustaron está la secuencia del barco con los marineros soviéticos, la del cantor antes de la constitución del Partido Comunista de Cuba y el ritmo notable de edición en la huelga de hambre; también los efectos sorprendentes de las escenas de multitudes, todos muy bien logrados.

Al indagársele sobre qué otro personaje, además de Mella, le hubiera gustado llevar a la pantalla, no dudó en hacer referencia a que hubiera elegido -para no hacerlo él, sino verlo- al intelectual y revolucionario Rubén Martínez Villena, y a Alfredo López, dirigente del movimiento obrero cubano.

Mella fue la primera película cubana que se planteaba un tema muy difícil de realizar; era un primer filme en una nueva línea de rescate histórico cinematográfico que se hacía necesario continuar. Fue más bien un filme histórico experimental, con elementos de documental que abarcó un estudio del desarrollo del joven héroe desde el proceso de las reformas estudiantiles, hasta su asesinato en México a sus 25 años de edad.

Sergio Corrieri vive en el alma de su pueblo, en todos esos personajes a los que dio vida con sus actuaciones magistrales, no solo como actor de teatro, director, maestro, fundador del cine cubano de la Revolución, sino también en la televisión y la radio.

El homenaje permanente al hombre, al actor que tiene ganado un lugar en la gloria del teatro y el cine; al intelectual virtuoso, fiel a sus principios revolucionarios que, con mucha transparencia, supo traslucir en cada una de sus presentaciones y tareas encomendadas la esencia humana que lo acompañó toda su vida.

Ana Rosa Perdomo Sangermés