Un ciruelo chino que florece en el Caribe

En El ciruelo de Yuan Pei Fu, del poeta cubano Regino Pedroso, se teje un diálogo cultural audaz entre Cuba y China, utilizando el simbólico árbol como eje de resistencia y mestizaje.
Esta obra, considerada insólita y única en el panorama literario cubano de principios del siglo XX, refleja la voz de un autor comprometido con las luchas sociales y la reivindicación de identidades marginadas, tanto afrodescendientes como de la comunidad china en Cuba. Pedroso, figura clave de la poesía social y afrocubana, trasciende fronteras geográficas para explorar la universalidad de la opresión y la esperanza.
El ciruelo, emblema de perseverancia en la cultura china por florecer en invierno, desafiando el frío, se convierte en metáfora de la resistencia antiimperialista y la dignidad de los oprimidos. La obra evoca la historia de los culíes chinos llegados a Cuba en el siglo XIX, explotados junto a los esclavos africanos, estableciendo un paralelismo entre su sufrimiento y las luchas cubanas por la soberanía. El poeta fusiona imágenes de la naturaleza con alusiones a revueltas obreras, simbolizando que la lucha por la libertad se arraiga en tradiciones diversas pero convergentes.
Pedroso emplea un lenguaje que oscila entre el verso libre vanguardista y ritmos afrocubanos, incorporando léxico chino y referencias a filosofías taoístas. Su imaginería, cargada de contrastes –nieve versus trópico, silencio versus tambores–, subraya la tensión entre culturas y la armonía posible. La estructura fragmentaria de algunos poemas sugiere el desarraigo, mientras que la repetición de motivos como el «florecer en la escarcha» refuerza el mensaje de resiliencia.
La obra emerge en una Cuba poscolonial (décadas de 1930 y 40), donde el bardo, vinculado a movimientos obreros y antirracistas, rescata la herencia china como parte integral de la nación cubana. El ciruelo de Yuan Pei Fu encarna al inmigrante que, lejos de su tierra, echa raíces en suelo cubano. Este enfoque desafía narrativas nacionalistas excluyentes, proponiendo una identidad cubana mestiza, plural y solidaria con luchas globales.
El poema se inspira en la figura de Yuan Pei Fu*, poeta y pintor chino del siglo XVIII, y en la iconografía del ciruelo, símbolo de resistencia, pureza y belleza en la adversidad. A través de una cuidadosa recreación de la estética china, Pedroso no solo evoca imágenes de paisajes orientales, sino que también explora temas universales como la soledad, la nostalgia, la fugacidad del tiempo y la búsqueda de la trascendencia.
El ciruelo de Yuan Pei Fu no es solo un testimonio poético de la diáspora china en Cuba, sino un manifiesto anticolonial que anticipa discursos contemporáneos sobre interculturalidad. Pedroso, al entrelazar símbolos asiáticos con raíces afrocubanas, construye un humanismo revolucionario donde la belleza y la justicia social son indivisibles. Hoy, en tiempos de migraciones masivas y neocolonialismos, esta obra resuena como un canto a la capacidad del arte para unir mundos aparentemente distantes.
«En la nieve de Oriente, Yuan Pei Fu plantó su ciruelo,
y aquí, entre cañas bravas, florece su madera…
Raíces que no temen al hacha ni al extranjero».
Regino Pedroso Aldama, nacido en Matanzas el 5 de abril de 1896, fue un poeta y ensayista, pionero de la poesía social y afrocubana en Cuba. Hijo de un inmigrante chino y una madre cubana, su mestizaje biográfico marcó su obra, donde fusionó tradiciones culturales antillanas, africanas y asiáticas. Inicialmente vinculado al modernismo, evolucionó hacia un estilo comprometido con las luchas obreras y antiimperialistas, influido por su militancia en el Partido Comunista de Cuba desde los años 30. Entre sus obras destacan Nosotros (1933), Salutación a Zúñiga (1940) y el libro que nos ocupa en esta reseña, obras en las que abordó temas como la explotación colonial, la resistencia de los descendientes de esclavos africanos y el diálogo intercultural.
Considerado un puente entre la vanguardia y la literatura revolucionaria, combinó el lirismo con un lenguaje directo y combativo. Tras el triunfo de la Revolución Cubana, se integró a instituciones culturales del nuevo Gobierno y recibió el Premio Nacional de Literatura en 1981. Su legado yace en su capacidad para entrelazar identidades marginalizadas –afrocubanas, chinas y proletarias– en un proyecto poético que reivindicó la justicia social como eje estético. Murió en La Habana el 2 de octubre de 1983, dejando una obra que desafía las fronteras entre lo local y lo universal.
Regino Pedroso publicó otros textos tras el triunfo de la Revolución, mas, la esencia de su decir poético había quedado plasmada ya con un alto vuelo en la etapa republicana y dentro de ella El ciruelo de Yuan Pei Fu constituye una pieza insoslayable, de la cual se reproducen a modo de colofón algunos versos del emotivo poema Yuan Pei Fu despide a su discípulo:
“Y nada contra el cielo tu mano nunca arroje.
Nada tanto te inquiete que tu paz dulce amargue:
corrí, llamé, busqué, sueños forjé, grandezas…
Mas desnudo cual vine la gran sombra me espera.
Mientras más logra el hombre más parco se hace en dones:
nunca más rico se es que pobre de riquezas…
“Y sé humilde, hijo mío, sin inútil orgullo;
la humildad da la dicha.
Sé como esas piedras de los ríos
que cantan al saltar en la corriente,
pulidas, lisas, llanas
de tanto naufragar, rodando siempre.
“Y si barrera alta tu camino detiene,
nada intentes forzar, bordea la muralla;
nada derriba el hombre que después no levanta.
Y no preguntes, nada interrogues, discípulo;
nada responde a nada.”
* Aunque la información es escasa y a veces contradictoria, parece ser que en realidad Yuan Pei Fu haya sido un maestro de artes marciales del siglo XIV, si bien se le describe como poeta y pintor, es probable que Pedroso se haya inspirado en Yuan Mei, poeta de la dinastía Qing, o en una figura legendaria.