Wifredo Lam, irrepetible e inmortal

Wifredo Lam, irrepetible e inmortal

Como si hubiera querido celebrar la fundación del poblado que le vio nacer, uno de los grandes de la plástica cubana, Wifredo Lam, vino a este mundo el 8 de diciembre de 1902 en Sagua la Grande, exactamente 90 años después de la fundación de esa villa.

Solo por eso debió rendírsele homenaje, pero hay que decir que su mérito va mucho más allá, pues con su impecable trabajo supo labrarse un asiento en la dura roca del mundo artístico, en la que no todos lograron enraizar.

Lam matriculó en 1920 en academia San Alejandro, en La Habana, donde estudió por tres años, tiempo suficiente para que sus retratos y paisajes le ganaran un puesto en la Asociación de Pintores y Escultores de La Habana.

Luego continuó sus estudios de pintura en la Academia de San Fernando de Madrid, España, gracias a una subvención de del ayuntamiento de Sagua la Grande.

Durante su estancia en la península participó en la defensa de la República Española, integró las brigadas artísticas internacionales y el sindicato de pintores de la Unión General de Trabajadores, confeccionando carteles de propaganda durante la guerra civil, contienda que también quedó reflejada en su obra con una colección creada en 1937.

En 1938 se trasladó a París, donde conoció a Pablo Picasso, André Breton, Benjamín Péret, Pierre Loeb y reconocidos poetas y escritores europeos. Gracias a su carisma y cubanía fue recibido con agrado en los círculos más selectos de las vanguardias artísticas de la primera mitad del siglo XX francés.

Pronto su estilo migró, de los retratos y el paisaje de corte académico, hacia los temas y lenguajes del arte moderno y en los referentes de la cultura africana que encontró en el Museo del Hombre halló inspiración para inclinarse hacia un estilo muy sobrio, de simplicidad compositiva y esquematismo formal, deudores del cubismo.

En 1941 regresó a Cuba y se instaló en La Habana, donde inició el período decisivo en su carrera, imprimiendo ciertos giros a la tradición pictórica europea en la que se había formado, al crear nociones híbridas hasta entonces inéditas en la historia del arte, con la incorporación de contenidos e iconografías procedentes de las creencias religiosas de origen africano, extendidas en el Caribe y en Cuba.

Wifredo siguió viajando, nuevamente a Europa y a Nueva York donde experimentó nuevas técnicas y soportes para sus obras, pero nunca abandonó sus raíces que tenían como pedestal el mestizaje entre dos de las principales etnias que formaron la nacionalidad en Cuba, la china, por parte de su padre, y la africana, por parte de su madre.

En su producción pictórica resaltan piezas como La silla, donde convierte en icono un objeto de uso cotidiano y La Jungla, considerada por el crítico Alain Jouffroy como “el primer manifiesto plástico del Tercer Mundo”.

Su obra ha inspirado más de 20 monografías, poemas y cientos de ensayos, artículos, crónicas y reseñas, así como documentales, programas de radio y de televisión.

En 1981, por su obra le fue conferida la Orden Félix Varela, la más alta distinción que en el terreno de la cultura confiere el Estado cubano.

Wifredo Lam falleció el 11 de septiembre de 1982 durante una estancia en París, pero por voluntad expresa, sus restos fueron trasladados a Cuba.

Al partir legó a Cuba y al mundo una creación irrepetible e inmortal.

(Con información de Ecured)

Gilberto González García