Antonio Maceo, la epopeya gloriosa escrita con sangre

Antonio Maceo, la epopeya gloriosa escrita con sangre
Foto: Radio Habana Cuba

Llenos de angustia y dolor recibieron los cubanos el trágico anuncio de la caída en combate del Titán de Bronce, el 7 de diciembre de 1896, en San Pedro, en el occidente de Cuba, y las voces más representativas de los afanes democráticos en aquel período histórico se alzaron en unánime y clamoroso grito con el mensaje rebelde del mundo entero.

Las hazañas extraordinarias del soldado, la limpia y firme línea progresiva de revolucionario ejemplar, el luminoso destello de una vida sin par consagrada por entero a combatir al colonialismo y las injusticias sociales, hicieron que, hasta en los más apartados rincones y remotos lugares, se siguieran con devota admiración los azares de la epopeya gloriosa escrita con su sangre por el destacado jefe militar cubano.

El nombre de Antonio Maceo y Grajales fue símbolo y bandera de lucha universal por la liberación de los oprimidos. Y su muerte que -por una falsa e intencionada versión echada a rodar por los enemigos de la independencia- aparecía entonces envuelta en misterioso velo, haciendo presumir que la mano oculta de la conjura cavernícola había impulsado un artero y cobarde asesinato, desató el debate apasionado en torno a su histórica figura.

En el Parlamento italiano, el diputado radical Imbriani dedicó un recuerdo a la memoria de Maceo, muerto en la lucha por la liberación de su patria.

La juventud universitaria de Roma se manifestó ruidosamente en su acto  revolucionario de fraternidad internacional, para rendir homenaje a la memoria de Maceo y protestar contra el despotismo colonial. Más tarde, organizado por el Círculo Antonio Maceo, en el teatro Esquilloso, se llevó a cabo una grandiosa velada en la que comparecieron diputados progresistas, profesores, estudiantes y delegados de sindicatos obreros, durante la cual se reveló un busto del Lugarteniente General del Ejército Libertador, seguido de un vibrante discurso.

También estudiantes y obreros argentinos sintieron el dolor revolucionario por la caída del General Antonio y así lo expresaron en nota enviada a varios periódicos de Nueva York.

En Medellín, el presidente de un Club que llevaba el nombre del Titán exclamó: «Maceo ha muerto…¡Viva Maceo!»

Foto: https://www.uccfd.cu/

En las filas cubanas las primeras noticias de la muerte de Antonio Maceo produjeron alarma y consternación, y una honda tristeza. En un memorable discurso Manuel Sanguily expresó: «…el choque fue como un terremoto y hasta muy lejos, en el continente estremecido, sintieron el estrépito de su caída… sentí como si el mundo se hubiera sumido por siempre en las tinieblas y la causa sagrada de mi corazón y mi existencia hubieran perecido en un naufragio…»

Han transcurrido 126 años desde su caída en combate, pero su recuerdo ha estado unido al espíritu de sacrificio, de lucha y de combate del pueblo cubano en el largo y difícil camino de su definitiva independencia.

Fundador del ejército mambí, genuino militar, su hoja de servicios recoge 28 años de permanente consagración a  la causa de la independencia de Cuba; su disciplina, abnegación, amor a la Patria y valor personal, lo destacan en una época en que se distinguieron numerosos próceres.

Maceo fue un excelente general, cuya pericia en los campos de batalla diera a las armas cubanas gloria imperecedera y un pensamiento revolucionario de principios inquebrantables e intransigencia  ante el enemigo.

Como revolucionario de cuerpo entero, destacan en él no solo su acción sino igualmente su pensamiento, condiciones que lo llevaron a los primeros planos de la dirección revolucionaria y lo convirtieron en uno de los dirigentes de más arraigo entre las masas.

Siempre antepuso el deber y los intereses de la causa que defendía a cualquier aspiración personal y dio un inigualable ejemplo de patriotismo, anticolonialismo y antimperialismo.

Ana Rosa Perdomo Sangermés