Celina González y la recurrencia de la cubanía

Celina González y la recurrencia de la cubanía
Foto: La Demajagua

Celina González, cultora de la música campesina y reina del punto cubano, fue una de las más ilustres representantes de ese género en Cuba. Su vida artística, caracterizada por las insuflas de una estrella genuina y eficaz, rebosó altas dotes de excelencia en una trayectoria marcada por su espiritualidad como figura absoluta de una originalidad sin parangón.

Junto a Reutilio Domínguez Terrero formó un dúo que se alzó a la fama con los representativos Yo soy el punto cubano y Santa Bárbara, epítomes ambos de un cuadro significativo, indiferente al paso de los años. Las incomprensiones, prejuicios y contratiempos sucedáneos no mermaron su fuerza y los convirtieron en testimonio de un hecho irradiado por Celina hasta el final de sus días: el amor por el pueblo cubano.

“Yo asumí mi música campesina y con ella asumí a mi pueblo. Compuse Yo soy el punto cubano por eso y como una respuesta a la onda alienante que estaba posicionada en la radio cubana de entonces. Decidí que iba a protagonizar el tema y me alcé con el Punto Guajiro como género musical. La bofetada tuvo su efecto. A la radio se le había olvidado que en Cuba los campesinos somos mayoría. Y todos respaldaron la pieza”, manifestó González en una entrevista.

El alcance de ambos temas llegó a los corazones de cientos de miles de cubanos, pero también a otros tantos en Latinoamérica al calor de las transmisiones de las emisoras en La Habana.

Tras la disolución del dúo en 1964, Celina desarrolló una trayectoria admirable como solista. Sus interpretaciones tuvieron el acompañamiento de varios conjuntos (Los Montunos, Campo Alegre, Los Pinares), participa en el programa Palmas y Cañas, dirigido entonces por Miguel Ojeda, y realizó funciones en varios escenarios.

La reinvención de su figura y la representación de un arte vinculado a su fe, ofrecieron aportes desde la vinculación de las religiones afrocubanas con las tradiciones musicales del campo, todo ello en composiciones llenas de vida. Con esas manifestaciones, sus admiradores la acompañaron en una trayectoria que pudo esgrimir con naturalidad válidos argumentos entre lo culto y lo popular desde el virtuosismo de las canciones y la voz de quien, con apenas 16 años, ya anunciaba sus dotes en el programa Atalaya Campesina de la Cadena Oriental de Radio santiaguera.

“Mi mérito está en haber nacido en Cuba, ser parte del pueblo de Cuba, en ser una cubana patriota, una guajira de corazón, una mujer como cualquiera de mi país que cumple con las cosas del hogar y del trabajo. Mi trabajo es mantener y defender la música guajira. Y eso hago. y ese es mi mérito. No otro”, expresó Celina.

Benny Moré, Barbarito Diez, Nat King Cole y Pedro Vargas fueron algunos de los artistas con los cuales compartió escena la reina del punto cubano. Quien se nombraba guajira, por el lugar de nacimiento y las costumbres asociadas a él, defendió la identidad cubana desde la tranquilidad inestimada de una certeza: el amor como divisa universal.

“Lo que más me gusta de Cuba es el Pueblo, su honestidad, su nobleza, su valentía. Cuba tiene un pueblo que no se queda callado, que no se deja humillar, es un pueblo bueno, es un pueblo muy cariñoso, que entrega todo con mucho amor. Esa manera de ser, de entregarse con pasión, eso lo admiro mucho y es lo que me hace sentir orgullosa. Por eso de Cuba, lo que más me gusta, es el Pueblo”, expresó en una entrevista.

La presencia de una artista como ella, recordada con admiración y cariño, permanece en la memoria como una de las grandes representantes del mayor archipiélago de las Antillas. ¡Muchas gracias, Celina!

Lázaro Hernández Rey