Joseíto Fernández: La personificación de la decencia

José Fernández Díaz nació el 5 de septiembre de 1908. Si bien la escasez marcó gran parte de su infancia, él trabajó para asegurar el sustento familiar. En su natal barrio de Los Sitios, en Centro Habana, laboró en oficios como zapatero y vendedor de periódicos, no obstante, sus inclinaciones por la música lo vieron involucrado en diferentes agrupaciones por la década de 1920. Tiempo después ese aprendizaje respaldaría el ingenio creativo de Joseíto en su paso por la radio.
En uno de sus más conocidos esbozos sobre la virtud humana, José Martí destaca la existencia de personas pobres, pero no miserables, y de aquellas acaudaladas, pero no elitistas. Fernández, del primer grupo, cultivó varios géneros e perpetuó temas como La Guantanamera, Amor de madre y Elige tú, que canto yo. Sus coetáneos lo inmortalizaron como el Rey de la Melodía, un apodo destinado a reflejar las cualidades expresivas, el estilo y el registro vocal de este habanero.
Ciro Bianchi lo recuerda como un Quijote tropical. Ese hombre delgado y alto, con guayabera y pantalón blancos, armado con un jipijapa y escoltado por su ritmo y elegancia creó una de las canciones cubanas más difundidas en el mundo.
La Guantanamera, concebida en 1928, se convirtió de a poco en una referencia popular. Hacia 1943 Joseíto ya tenía un contrato de exclusividad con RCA Vïctor. Tres años después amplió el alcance del tema con las interpretaciones en el programa El suceso del día, de la CMQ. En él lo tocaba como acompañamiento a las narraciones de las décimas o espinelas compuestas por un poeta repentista para escenificar hechos de la crónica roja.
El show se mantuvo por 14 años y era escuchado por toda Cuba. Durante ese tiempo la canción amenizó los comentarios y adquirió más fama. Sin embargo, dicha versión no es la que permanece en la actualidad.
En la década de 1950 el compositor español Julián Orbón la versionó en cuatro estrofas con los Versos sencillos de José Martí, con una métrica ajustada a las coplas de ocho compases interpretadas por Joseíto, quien ya hacia 1941 había registrado la composición con su Orquesta Típica.
Hasta Nueva York llegaron los ecos de La Guantanamera cuando Héctor Angulo, quien daba clases en un campamento infantil, interpretó la versión de Orbón. Esa composición llamó la atención del cantautor de folk estadounidense Peter Seeger.
Tras varios arreglos este lo incorporó al repertorio de The Weavers y grabó el sencillo en un disco de larga duración en un concierto celebrado en 1963 en el Carnegie Hall. Con el título de La Guantanamera, el tema alcanzó renombre internacional. Dos años después, esa fama se consolidaría con la versión del trío The Sandpipers. Las interpretaciones de otras figuras y grupos solo aumentaron con el tiempo.
Hubo quienes cuestionaron a Fernández por apropiarse de una tonada popular. Su originalidad, sin embargo, queda demostrada por la escasa similitud con otras composiciones, más allá de las referencias a géneros como el son, el punto y la guajira.
Como resalta Ciro Bianchi:
“Para Joseíto fue siempre un honor que versos de Martí se incorporaran a su melodía. Él mismo llegó a cantarla en esa versión y lo hizo como habitualmente se hace en la Isla: incorporando casuísticamente nuevas estrofas martianas y suprimiendo otras, a diferencia de la versión de Seeger, que incluye siempre los mismos versos. Afirmó en una ocasión que la Guantanamera fue siempre una canción protesta, de denuncia, porque recogía la tristeza y la desgracia de un pueblo y que al pedir bienestar y justicia para ese pueblo, los reclamaba también para sí.”
En una de sus máximas el escritor cubano Edmundo Desnoes afirmó que el subdesarrollo es la incapacidad de acumular experiencia. Cuando se recuerda a figuras históricas, sus logros y trascendencia, muchas veces se omite la visión de una persona de carne y hueso, común al resto de nosotros.
Quienes tuvieron la posibilidad de ver a Joseíto con frecuencia destacan su deferencia, respeto y amabilidad hacia el prójimo. Así como la música cubana es más que clave y rumba, José Fernández es más que La Guantanamera. Su legado, en ocasiones distante, a veces presente de forma puntual, merece habitar nuestra memoria. El recuerdo del ser humano que lo materializó, también.