Por nuevos esquemas de sostenibilidad de la cultura

El 2022 ha sido un año muy complejo para el sistema institucional de la cultura en Cuba, como lo ha sido para todos los sectores de la nación. El impacto de la crisis económica ha sido notable en varias de las actividades y convocatorias habituales de las artes y las letras. Y sin embargo, también ha sido el año en que se normalizó, de cierta manera, el programa cultural, después de una etapa marcada por la pandemia de Covid-19.

El regreso paulatino y finalmente total a la presencialidad, a las experiencias culturales compartidas: ese ha sido el gran logro del año. Aunque, gracias a la búsqueda creativa de alternativas, nunca hubo apagón cultural.

Pero la normalización ha sido relativa, porque la etapa implica desafíos nuevos para la cultura, asociados a la necesidades imperiosa de actualizar esquemas de financiamiento, promoción y realización misma de los encuentros tradicionales de todas las manifestaciones, así como del sostenimiento de la programación habitual.

Al menos, el reto es aprovechar al máximo los recursos con que se cuenta. En el año que termina esa ha sido la constante. Porque la opción no puede ser suspender las principales, las más emblemáticas actividades de la cultura cubana.

Dos ejemplos recientes pueden ofrecer experiencias valiosas. Contra todos los obstáculos se celebraron dos importantes festivales: el Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso y el del Nuevo Cine Latinoamericano. Fueron convocatorias más austeras, pero no se sacrificó el nivel cultural de las propuestas. En las dos citas fue notable un eficaz trabajo de organización.

En tiempos de crisis, la cultura aporta. Es refugio espiritual, pero también motor de iniciativas sociales. El cercano 2023 debe ser un año crucial para la consolidación de nuevos modelos de aplicación de la política cultural de la nación. 

(Tomado de Cubasí)

(Autor: Yuris Nórido)