El nombre de una calle habanera y un acto de justicia

Usando el brutal método del garrote vil, el 22 de marzo de 1855 fue ajusticiado el catalán residente en La Habana, Ramón Pintó y Llinaz, por haber conspirado a favor de la independencia de Cuba.
Habiendo palpado de cerca las injusticias y la abominable esclavitud a que el régimen colonialista español tenía sometida a su patria adoptiva, y a pesar haber nacido en la península ibérica, Ramón Pintó fraguó planes para convertir a Cuba en una república.
No se sabe a ciencia cierta cómo llegó la noticia a oídos de las autoridades coloniales y Pintó fue arrestado junto a dos de sus compañeros de ideales, Juan Cadalso y el doctor Nicolás Pinelo, aunque las detenciones fueron muchas más, tanto en la capital como en el interior.
En el juicio se pidió la pena de muerte para los tres, pero el auditor, Miguel G. Gamba, estimando injusta la sentencia, pidió revisión de la causa, lo que derivó en la confirmación de la pena de muerte para Pintó y cadena perpetua para los otros dos implicados.
Entonces, el auditor García Gamba insistió en su dictamen anterior, pero el capitán general, José Gutiérrez de la Concha e Irigoyen, aprobó la condena a muerte, a pesar de que Pintó era su amigo.
El lector se estará preguntando ¿qué tiene que ver esto con las calles de La Habana? Pues bien, una vía que se extiende desde la calle Cristina en la Habana Vieja, hasta Porvenir, en el vecino municipio de 10 de Octubre, por un acto de adulación, recibió el nombre de calzada de Concha, en homenaje al que fuera gobernador de Cuba; y por un acto de elemental justicia, en el año 1955, centenario de la ejecución del español, fue renombrada como Ramón Pintó, aunque, como sucede con otras arterias habaneras, la mayoría de las personas continúa llamándola por su nombre antiguo.