La explosión del Maine, el pretexto yanqui

La explosión del Maine, el pretexto yanqui

La noche lucía resplandeciente en una Habana que mostraba sus mejores galas el 15 de febrero de 1898. Sus pobladores disfrutaban de los placeres nocturnos como un día más. Para los que paseaban próximos a la bahía, no pasaba inadvertido el gran buque de guerra, el crucero acorazado de Estados Unidos nombrado Maine, allí fondeado y que parecía una especie de fortaleza.

Había llegado días antes, el 25 de enero, con el pretexto de realizar «una visita amistosa», en medio de los disturbios en La Habana porque los integristas no querían un régimen autonómico, sino a Valeriano Weyler, capitán general y general en jefe del Ejército Español de Operaciones en Cuba.

De pronto, la fuerte explosión que privó de la vida a 266 infantes de marina, muchos de piel negra. Coincidentemente, y de manera sospechosa, en esos momentos la alta oficialidad se encontraba en tierra.

La prensa española y la estadounidense se acusaban mutuamente; mucho más la segunda, sedienta de venganza. Por eso no se trataba de tal visita amistosa, sino del pretexto concebido para intervenir militarmente en Cuba.

Muchas fueron las causas que se le atribuyeron a la explosión: los estadounidenses consideraban que se trataba de una agresión exterior y los españoles defendían que la causa era interna, provocada  por el estallido de una caldera. En todo caso, la mayor responsabilidad recayó en  las autoridades españolas y habaneras, responsables de la seguridad del buque, en lo que la prensa sensacionalista  hizo lo suyo.

En 1976 (después de 78 años) se publicó el libro Cómo fue destruido el acorazado Maine, a partir de información obtenida en 1911, cuando fueron reflotados los restos del Maine y examinados minuciosamente. Su autor, Hyman G. Rickover, llegó a la conclusión de que la explosión fue interna, considerando varios factores: incendio en una carbonera (lo más probable), sabotaje, accidente con armas, bomba colocada por un visitante, entre otros.

Más tarde, el buque sería remolcado, dinamitado y hundido en alta mar.

Tras la explosión, el gobierno de Estados Unidos ordenó el bloqueo a los puertos cubanos y un intenso cañoneo sobre los mismos, como preparación artillera para su desembarco en el oriente del país, donde ya el ejército español estaba en franca desventaja.

Más de quince mil efectivos estadounidenses pisaron tierra por Guantánamo. La guerra duró unos cuatro meses y Estados Unidos pasó a potencia de primera línea, agenciándose de paso territorios en el Pacífico y América, como Puerto Rico, Guam y Filipinas. Comenzaba la era del jazz, de Hollywood, del rock y la bomba atómica.

Descontando a España, que lo perdió todo, quedaban los cubanos que se vieron obligados a firmar con Norteamérica un tratado de independencia oneroso.

La explosión del Maine, seguida de fuertes evidencias mediáticas y pruebas de que fue por causa interna en el buque, puso al descubierto una nueva variante de autoagresión por parte de Estados Unidos utilizada como arma de guerra, que desde hace 125 años y hasta la actualidad ha desarrollado y ampliado con todo su poder creativo y cinismo.

Ana Rosa Perdomo Sangermés