Lo más sublime de la música cubana

Lo más sublime de la música cubana
Foto tomada de Internet

«El son es lo más sublime, para el alma divertir / se debiera de morir quien por bueno no lo estime», asegura la canción Suavecito, de Ignacio Piñeiro, pero… no hay que ser tan drástico, aunque, claro, solo se trata de una metáfora.

Lo cierto es que ese ritmo, criollísimo como la palma real o el colorido tocororo, es algo excelso, glorioso, único, sin restar mérito a otros géneros musicales autóctonos como el danzón, el bolero o la trova tradicional.

Excepto el matancero danzón, los demás tuvieron como incubadora a la región oriental de Cuba, donde se asegura que el sol calienta más.

Allí nacieron muchos de los iconos de la música tradicional cubana. Sin embargo, como excepción, el autor de Suavecito, es habanero.

Tampoco Piñeiro se limitó a componer sones, su prolífica inspiración le permitió incursionar con éxito en la canción, la conga, el guaguancó, la guaracha, el pregón, la rumba, y hasta los villancicos.

El son cubano es un género cantado, instrumental y bailable, que, según el dicho popular, para bailarlo solo se necesita el espacio que ocuparía un ladrillo.

Constituye una de las formas básicas dentro de la música cubana, en la que están presentes elementos de música bantú y española, amalgamadas con la sabrosura vernácula.

Su surgimiento, con su estructura más reconocida, se establece en zonas rurales de las actuales provincias de Guantánamo, Santiago de Cuba y Granma, a finales del siglo XIX, aunque se conoce que ya en el siglo XVI se cantaba el Son de la Ma Teodora.

En 1892, el tresero de origen haitiano Nené Manfugás lo sacó del monte y lo llevó a los carnavales de Santiago de Cuba.

Interpretado originalmente por agrupaciones de pequeño formato, de seis o siete integrantes, da un salto rítmico al ser asumido por las llamadas charangas francesas y al integrársele algunos elementos del jazz, aunque también está presente en los repertorios de otros formatos como tríos y cuartetos; recordemos, por ejemplo, al trío Matamoros.

Del son han derivado varios ritmos, como la salsa o la timba, y otros cuantos han incorporados algunos de sus elementos melódicos.

Por su relevancia en la cultura cubana, en septiembre de 2012, fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación y actualmente está en trámite para su inclusión como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, un puesto muy merecido en esa denominación de elementos culturales.

Así que usted, estimado lector, siga bailando son “en un solo ladrillito”, mientras canta bajito, al oído de su pareja «Suavecito es como se goza más».

Gilberto González García